Artículos y reportajes Por Antonio López 10 septiembre, 2015

Mad Max: Del cine al videojuego

De película de culto a mundo abierto interactivo

El estreno del segundo videojuego de Mad Max nos venía de perlas para ofreceros un repaso a toda la franquicia, que comenzó sus andaduras en 1979 con el estreno australiano de su primera película. Cuatro filmes después y gozando de una segunda y merecida juventud, el Guerrero de la Carretera se estrenó en consolas actuales hace tan sólo unos días con un videojuego que, si bien no ha conseguido satisfacer las altas expectativas que se habían formado en torno al mismo, pone las bases para una posible franquicia que Warner Bros. Interactive querrá explotar si las cosas funcionan bien en ventas.

Como ya hemos destacado, corría el año 1979 cuando se estrenó la película original. El cine australiano no era del todo desconocido para los más cinéfilos, pero desde luego no se le conocía ningún gran éxito de taquilla internacional hasta el momento. Gracias a la labor de George Miller y de su equipo, Mad Max recaudó más de 100 millones de dólares en todo el mundo y se convirtió en un bombazo, siendo considerada una película de culto, fuente de inspiración e influencia clara de producciones posteriores.

La película tuvo un presupuesto casi irrisorio, 350.000 dólares que en buena parte pago el propio Miller de su bolsillo gracias a su trabajo como médico de una sala de urgencias. Aunque esta primera entrega ofrecía ya algunas de las señas de identidad de la franquicia, como una visión pesimista del futuro y las espectaculares persecuciones de vehículos, fue su actor principal el que consiguió salir realmente beneficiado del éxito internacional de la cinta: Mel Gibson. El actor realizó el casting un día después de meterse en una pelea de bar, por lo que apareció con la cara hinchada y llena de moratones, cuestión que a Miller pareció convencerle para que se convirtiera en el icónico Max Rockatansky.


Max malherido en un fotograma de la película original.

No pasó mucho tiempo antes de que se lanzara una secuela. Mad Max 2: El guerrero de la carretera llegó a las cines en 1981 consiguiendo algo que muy pocas películas han logrado: ser superior a la original en casi todos los aspectos. En aquella ocasión sí, Miller contó con un presupuesto decente (cuatro millones de dólares, tampoco fue un despropósito), la posibilidad de destrozar cosas a su antojo, un mayor equipo de especialistas y una idea clara y concisa del mundo que deseaba construir. Esta segunda parte marcó de manera definitiva las líneas estéticas de la franquicia, con un mundo desolado donde apenas sobreviven los más fuertes.

Los diversos personajes que pueblan el yermo aparecen ataviados de las formas más diversas, al estilo punk, con peinados mohawk o luciendo máscaras deportivas, como el mítico villano de la función, Humungus. Miller marcó las líneas generales de toda la franquicia y jugó mucho con el papel de Max, que nunca llega a mostrarse como un héroe o un villano. Es un tipo que busca sobrevivir y para ello realiza las acciones que considera más apropiadas, sin importar que estas puedan ayudar o perjudicar a otros. De nuevo, éxito de taquilla y más fuente de inspiración para múltiples obras posteriores.


Max y su perro en la emblemática segunda entrega de la saga.

Ya en 1985 se estrenó la tercera entrega de la franquicia, Más Allá de la Cúpula del Trueno. El productor de las cintas anteriores, Byron Kennedy, falleció en 1983 y Miller, del que era amigo íntimo, quedó bastante tocado, por lo que decidió dirigir únicamente las escenas de acción, incluyendo la persecución final. Con Mel Gibson convertido en toda una estrella y Tina Turner como inesperada secundaria, la película funcionó a medias y decepcionó a los incondicionales de Max por introducir en su universo deshumanizado la figura de los «niños perdidos», claramente influenciada por Peter Pan. La franquicia dejó de estar de moda, aunque su importancia dentro del género de la acción y de la ciencia ficción ya era incuestionable.

Dejando de lado los años 90 del siglo pasado y metidos de lleno en la primera década del 2000, Miller decidió que era un buen momento para retomar la franquicia y, mediante las técnicas de rodaje contemporáneas, darle a Mad Max una cuarta entrega a la altura de las circunstancias. Furia en la Carretera llevaba tiempo rondado en la mente del director australiano que, lo creáis o no, también ha realizado películas como Babe, el cerdito en la ciudad o Happy Feet, por la que incluso ganó el Oscar en la categoría de mejor película animada.

Dejando a un lado las anécdotas, Miller decidió rodar Furia en la Carretera con la menor cantidad de efectos digitales posible, recurriendo a especialistas de toda la vida y destrozando todo el equipo de grabación y vehículos como fuera posible. Mel Gibson no pasaba por su mejor momento de popularidad por diversas declaraciones, así como su edad no era la más adecuada para el personaje, por lo que optó por contratar a Tom Hardy, actor todoterreno que a día de hoy ha demostrado sobradamente su valía. También se dejó de lado el Interceptor, el mítico vehículo de Max, aunque goza de un pequeño cameo al principio de la película.


Humungus, villano de la segunda entrega y, con permiso de Inmortan Joe, el más recordado de la franquicia.

Furia en la Carretera debería haberse estrenado mucho antes, pero George Miller se metió primero en el desarrollo de un videojuego basado en Mad Max que nunca llegó a materializarse. El realizador llegó a confesar que estaba creando algo único, aunque eso mismo le estaba retrasando con la película. El videojuego se canceló y poco más se supo sobre la aventura del loco Max en consolas y compatibles hasta que Warner Bros. Interactive decidió resucitar la idea.

Avalanche Studios, responsables de la franquicia Just Cause, fueron los elegidos para llevar el universo desértico de Max al mundo de los videojuegos por segunda vez (la primera fue en 1990 con un título para NES titulado, simplemente, Mad Max). Su experiencia con los mundos abiertos y la acción se antojaba imprescindible para intentar llevar a buen puerto un título que, si bien ha terminado por no cumplir con todo lo que se esperaba de él, resulta decente en su conjunto y la base para una posible franquicia, como ya hemos destacado en este texto. El juego se puso a la venta el cuatro de septiembre cosechando críticas dispares, aunque meses antes tuvo lugar el estreno de Furia en la Carretera.

Para ser más concretos, el cuarto filme de la saga llegó a los cines de medio mundo en mayo logrando el aplauso de la crítica y el beneplácito del público. Con las bases de la franquicia inalteradas, apreciamos algunos cambios en los villanos, aunque se mantiene toda la estética ideada por Miller y se realiza una representación audiovisual impecable en la que se aprecia todo de manera clara, sin movimientos de cámara innecesarios, algo habitual en el cine de acción reciente. Todos estos detalles se han intentando llevar hasta el videojuego, cuestión que Avalanche Studios ha solventado de la mejor manera posible.


Tom Hardy y Charlize Theron en un fotograma de Furia en la Carretera, la película más reciente de la franquicia.

Puede que uno de los grandes fallos del título, dejando de lado el factor repetitivo del mismo, resida en la imposibilidad de manejar a un Max con los rasgos de Gibson o Hardy, cuestión que habría sido todo un puntazo y que suponemos no se ha podido materializar por algún tipo de problema de licencias o derechos de imagen. También sorprende que el juego no saliera a la venta aprovechando el tirón popular de la película, aunque de nuevo recurrimos a la especulación para imaginar que Avalanche Studios no había concluido el desarrollo por aquel entonces. Otro hecho destacable es el planteamiento inicial de estrenar Mad Max en PS3 y Xbox 360, así como en PC, cuestión que terminó girando hasta PS4 y Xbox One con el consecuente empaque técnico.

El videojuego, evidentemente, aprovecha todo lo que hace de Mad Max una obra de culto: escenarios desérticos, villanos estrafalarios, supervivientes deshumanizados y un protagonista parco en palabras. Además, y este es un punto a su favor, descubrimos que Avalanche Studios toma las nuevas ideas audiovisuales de Furia en la Carretera para dibujar unos excepcionales cielos y una imagen nítida incluso de noche, con unas explosiones que no desentonarían en la película y persecuciones que el propio Miller daría por buenas. Hasta se han acordado del perro y de las latas de Dinki-Di. En resumen, un trabajo decente, aunque imperfecto, que trata con respeto el material en el que se basa, cuestión de agradecer cuando hablamos de una franquicia de estas características.


Fallout promocionó su tercera entrega con esta imagen que recuerda irremediablemente a Mad Max: El Guerrero de la Carretera.

No podíamos terminar este repaso a la franquicia Mad Max sin hablaros de Fallout, la saga de videojuegos que más claramente se ha inspirado en la obra australiana. Además de las evidentes similitudes en lo estético y en la ambientación, encontramos guiños y homenajes constantes en la propia ropa del protagonista, en la presencia de un perro aliado, referencias veladas a Humungus, diversas armas o a través del concepto de guerrero solitario que viaja de un punto a otro para sobrevivir y, si se tercia, ayudar a determinadas personas.

La saga de Interplay y Bethesda nunca ha negado sus influencias, por lo que si os habéis quedado con ganas de más Yermo tras el estreno de Mad Max en consola no tendréis que esperar mucho para poder vivir otra aventura de corte similar gracias a Fallout 4. La franquicia de rol de Bethesda tiene su propia personalidad, evidentemente, pero no dejaremos de buscar algún huevo de pascua o referencia oculta sobre Mad Max en la cuarta entrega.