Llegado a este punto debo hacer una confesión. Morí en varias ocasiones mientras jugaba a estas misiones, pero la verdad es que tampoco Grand Theft Auto V es un título demencialmente difícil. Tampoco es que sea yo tan malo – la verdad es que no lo soy. Pienso que tiene más que ver con los nuevos sistemas de control y las mecánicas, que tengo que aprendérmelas y analizar bien las situaciones en las que morí. ¿Qué tienen en común? Pues cuando dudé, cuando no sabía a dónde dirigirme, así que la culpa es toda mía. La verdad es que GTA V tampoco te dice a donde tienes que ir, pero es que ahí está la clave. Puedes ir a cualquier sitio. Morí cuando pequé de falta de imaginación o de decisión. Me he vuelto algo vago con los juegos que implican disparar y conducir; me he acostumbrado a títulos que te llevan de forma directa a un objetivo concreto. Cuando llegué a [...] y se quedó mirándome, para que le indicara qué hacer, como un chiquillo que se ha metido en algo que se le escapa de las manos, me sentí sobrepasado. Podía hacer cualquier cosa, escapar de la forma que se me ocurriera, pero morí allí porque he crecido con juegos que me subestiman continuamente.