Análisis – Cult of the Lamb

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A formar parte de la feligresía del cordero.
Por José D. Villalobos 19 agosto, 2022

Massive Monster y Devolver Digital, como de costumbre, llamaron mucho la atención desde la revelación de Cult of the Lamb, un título de premisa ligeramente transgresora al tocar temas de feligresía; y con un gameplay que se veía muy prometedor.

Ahora, finalmente tenemos en nuestras manos el producto final que, consecuente con sus tráileres, es capaz de emocionar y enganchar con sus mecánicas desde el primer momento.

¿Siempre soñaste tener tu propia secta de animales y dominar el mundo? Sabemos que no (¿O quizás sí?), pero Cult of the Lamb te lo plantea de forma tan natural que incluso parece un concepto que pensamos toda la vida.

Con sus dosis de humor y todo, nos adentramos a este título que se planta como firme contendiente a estar en la lista de los mejores indies del año.

El cordero que no es rebaño, sino pastor.

La historia del juego transcurre en un mundo que es dominado por cultos, cada uno de ellos liderado por su obispo y con una carga de feligreses que los hace tener poder y ser respetados.

Por temor a que una profecía relacionada a la llegada de un cordero se cumpliese, los obispos deciden extinguir a todos los corderos del mundo.

Sin embargo, el último cordero ejecutado recibe una nueva oportunidad y una misión por parte de una entidad llamada El que Espera.

Tendremos que regresar a la vida y formar el culto más poderoso de todos y exterminar el liderazgo del resto de cultos, ejecutando a sus obispos y ganando mucha más influencia.

Bajo este contexto, tendremos que avanzar por intrincadas mazmorras, enfrentándonos a una cantidad variada de enemigos mientras, al mismo tiempo, cuidamos al culto para que nos sirvan, veneren y tengan buen ánimo para hacer todo eso.

Todo mientras haces cosas totalmente normales como sacrificar a los más ancianos, utilizando la carne de los cadáveres o mandando a los adeptos a la boca del lobo en busca de recursos.

En tu culto lo controlas todo, fuera no.

Una de las principales virtudes de Cult of the Lamb es que tiene un sistema de gestión realmente profundo en el que el jugador puede controlar todo lo que sucede.

Tienes que estar atento de que los niveles de suciedad, hambre y fe de tus adeptos estén a tope para que tengan ánimos de trabajar y no empiecen a desconfiar de su creencia y de tu liderazgo.

Los días se dividen en días y noches; por el día tendrás que ejecutar todas las actividades del culto; como dar tu sermón en la iglesia, bendecir a tus adeptos y pedirles el diezmo.

Pero, por supuesto, todo grupo se mantiene es trabajando; así que tendrás que mantener a tus feligreses haciendo distintas actividades como sembrar comida, fabricar piedra y madera o simplemente depositar su fe para que luego te sirvas de ella.

La fe de tus adeptos te permitirá subir de nivel y desbloquear habilidades de dos árboles distintos; uno de ellos te sirve para mejorar las construcciones y gestiones de tu culto, mientras que el otro está más ligado a las habilidades del personaje, su combate y más.

Tener a tu culto alegre y trabajando te permite ir subiendo de nivel y haciéndote más fuerte para tus cruzadas en tierra desconocida, que es el otro componente fundamental de este gameplay.

Muchísimas posibilidades en una misma fórmula.

Los adeptos de Cult of the Lamb cuentan con personalidades y habilidades propias que tendrás que gestionar individualmente para cuidar que en el rebaño todo esté tranquilo.

Te encontrarás con adeptos herejes que no están convencidos de tus creencias e intentarán que otros adeptos se alcen contra ti para acabar tu liderazgo, por ejemplo.

Esto, a su vez, se puede resolver de distintas formas, adoctrinándolos de forma directa; metiendo al hereje en una cárcel o directamente sacrificarlo en medio de la iglesia para que no hay rencillas en el grupo.

Tendrás muchas formas de resolver distintas situaciones en el juego, lo que mantendrá tu mente activa y te incitará a desbloquear todas las construcciones, recolectar recursos y mantener a tus adeptos trabajando lo más que puedan.

Tendrás que estar al tanto de los niveles de comida y de las actividades que ejecuta cada adepto, no vaya a ser que uno quiera pasarse de listo y quedarse durmiendo todo el día, imposible.

Por otro lado, también puedes mandar a un adepto o a un grupo de tus feligreses en cruzadas para encontrar recursos e incluso reclutar nuevos adeptos, pero corres con el riesgo de que mueran en el intento.

Y esto fue solo una pequeña exposición del gran cúmulo de situaciones que puedes vivir al gestionar tu culto en Cult of the Lamb; apartado en el que se nota mucho el mimo de los desarrolladores y lo detallistas que fueron al crear cada variable.

El azar como componente clave de la jugabilidad.

El título logra engancharte muchísimo con las mecánicas de gestión del culto, por supuesto, pero su apartado de combate y exploración de mazmorras roguelike no se queda atrás.

El jugador debe ir a explorar las tierras aledañas a su culto para conseguir los recursos, comida y demás para mantener su culto en operatividad.

Asimismo, también avanzaremos en la historia del juego mientras avanzamos en las mazmorras, que se generan de forma procedural y representarán un desafío distinto en cada intento.

Al morir, no nos quitarán todos los objetos recolectados, sino que tendremos una penalización que nos quitará aproximadamente el 30% de lo que hayamos conseguido, por lo que el factor riesgo no es tan grande.

En las cruzadas también podrás reclutar nuevos adeptos para tu culto, expandiendo tu personal para diversificar aún más las actividades, subir más rápido de nivel y hacerte más fuerte para enfrentar a los enemigos y jefes de la aventura.

No obstante, el azar es muy importante en cada una de las cruzadas, puesto que en el inicio se te propone un arma y una habilidad que te acompañarán por todo el recorrido; con la posibilidad de conseguir un par más en el proceso.

Lo importante es que existe una amplia diferencia de efectividad entre las armas y habilidades que te dan, además de las bonificaciones que también puedes encontrarte en el camino; como el aumento de tu daño, salud y otras condiciones que ‘aleatorizan’ cada cruzada.

Este factor aleatorio hace que intentes una y otra vez cada mazmorra hasta que logres las condiciones óptimas para superarlas; ya que aunque tu habilidad también es importante, porque el juego tiene su cierta dificultad, dependes un poco más del azar y de la benevolencia del juego.

Esto, lejos de ser un defecto, le da un aire fresco a cada cruzada y hace que los combates no se vuelvan repetitivos, lo cual añadido a la generación procedural de entornos; crea una fórmula muy adictiva y entretenida que es el otro punto fuerte del juego.

Combates sencillos, pero bastante entretenidos.

Las mecánicas de combate, en general, son sencillas y fáciles de comprender. Tienes un arma con un ataque básico y una habilidad aleatoria que debes aprovechar en los momentos de más necesidad.

La variedad de armas y habilidades hacen que los combates se sientan ligeramente distintos en cada cruzada, aunque también llega un punto en el que aprendes a utilizar tanto espada, hacha, guantelente o martillo que se te cruce por el camino.

En cuanto a los jefes, sus combates son muy entretenidos, combinando las mecánicas de los enemigos que aparecen en las mazmorras con ataques y patrones únicos que deberás descifrar a base de intentos.

La dificultad no es brutalmente desafiante, pero tampoco es un título que podrás pasarte acostado en el sofá comiéndote una bolsa de patatas, requiere concentración tanto en combates como en la gestión.

Golpear, esquivar y aprovechar los momentos de debilidad de los jefes; los combates se basarán en este bucle que pone a prueba tus habilidades y paciencia.

Si mueres con un jefe, tendrás que pasar completa otra vez toda su mazmorra y llegar con armas, bonificaciones y habilidades totalmente diferentes, lo que te hará apreciar cada intento y dar lo mejor de ti en cada cruzada.

Además, todo esto es apoyado por un apartado técnico bien logrado que no traiciona al gameplay ni genera muchas situaciones injustas, pura diversión y acción a tope.

La experiencia es muy entretenida, pero se hace algo corta.

Que quede claro que Cult of the Lamb no necesariamente es un juego corto en cuanto a duración, porque puedes estar hasta más de 20 horas en una sola partida antes de llegar al final.

Pero su fórmula tiene un problema que no permite aprovechar todo el potencial que tiene el título, que sigue siendo muy bueno, pero que puede serlo aún más.

Una de las mecánicas de los adeptos es que estos envejecen con el paso del tiempo, por lo que ya no pueden trabajar en tu culto y, normalmente, son sacrificados para aprovecharse de su fe.

Hasta ahí, todo bien, el detalle es que todos los adeptos tienen un ritmo de envejecimiento que se siente muy rápido; por lo que te obliga a estar reclutando nuevos adeptos para mantener tu culto en forma.

El detalle es que esta mecánica de reciclaje de adeptos hace que, indirectamente, tengas que avanzar en la historia recorriendo las mazmorras de cada uno de los cuatro obispos.

Porque para tener nuevos adeptos necesitas ir avanzando en las mazmorras, no hay de otra, lo que hace que se sienta que a veces el juego te incita a ir un ritmo al que tú necesariamente no quieres ir.

Si te quedas gestionando unos 7 días (dentro del juego) sin hacer cruzadas, tus adeptos comenzarán todos a envejecer y tendrás que salir sí o sí a buscar nuevos feligreses si quieres mantener tu culto operativo, siendo un factor que le quita ese carácter orgánico a la experiencia.

Sin embargo, me veo en la obligación de destacar que esta pequeña ‘mancha’ no hace que el juego no sea disfrutable; es solo un pequeño desierto en medio de un gran oasis jugable.

Un estilo visual que te atrapa.

Si bien, Cult of the Lamb no aspira maravillarte con paisajes llenos de naturaleza ni nada muy realista, su dirección artística está muy bien lograda y es el complemento perfecto de una jugabilidad frenética y su peculiar premisa ‘religiosa’.

Los diseños de los adeptos hará que sí o sí te encariñes con ellos, aunque tengas que mandar a la cárcel a los que se porten mal o sacrificar a los herejes sin piedad.

Ningún entorno se sale de esta ecuación un tanto caricaturesca pero sombría que nos presenta el juego de principio a fin, que no necesariamente deja de ser alegre, gracias a su humor, a pesar de lo oscura que es.

En cuanto a la banda sonora, logra cumplir su cometido al amenizar correctamente nuestra estancia en cada entorno del juego, proporcionándonos tranquilidad en el área del culto y acción plena en las cruzadas.

Eso sí, no hay muchas piezas musicales que destaquen ni que provoquen añadirlas a nuestro imaginario musical diario para que perduren por mucho tiempo.

Para destacar también el factor humorístico de los diálogos que le da mucha vida al juego y lo hace tener un toque único, característico del catálogo de Devolver Digital.

Lidera tu culto y… ¿Salva el mundo?

En conclusión, Cult of the Lamb es una experiencia que los amantes de los juegos de gestión y roguelike deberían probar seguro, sobre todo si te divertiste mucho jugando títulos como The Binding of Isaac o Dead Cells.

La profundidad de sus mecánicas y las variadas posibilidades que ofrece el título son capaces de engancharte y seguirte entreteniendo a medida que avanzas.

Sin dudas, Massive Monster ha creado un juego que será tomado en cuenta a la hora de escoger al mejor indie de este año 2022, teniendo como principal contendiente a Stray, por ejemplo.

Y ya los dejo… que tengo que ir a dar el sermón de cada día a mis adeptos, igual y ya no están venerando con la intensidad debida y merecen una ‘calurosa’ reprimenda.

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Jugabilidad: 9
Gráficos: 8.5
Sonido: 8
Satisfacción: 9

Análisis

Cult of the Lamb que combina magistralmente la gestión y el roguelike, creando una experiencia muy entretenida que, pese a sus leves fallos, será muy recordada por quienes se den la oportunidad de jugarlo.

  • Sistema de gestión con profundidad y variables
  • El componente azaroso está muy bien diseñado
  • Apartado de combate entretenido y desafiante
  • En cierto punto, nos obliga a ir a su ritmo