Análisis The Tomorrow Children

Javi Andrés · 29 diciembre, 2018
La propaganda e ideal comunistas en una original pero machacona oda al trabajo

El trabajo repetitivo y machacón no gusta a nadie. Todos queremos ser felices en nuestros empleos, tener cierta libertad creativa o motivaciones que nos permitan afrontar el día a día laboral de otra manera. Sin embargo, la adoración al trabajo mecanizado y casi robótico que propone The Tomorrow Children deja bien lejos todos esos ideales. Esta sociedad de claves marxistas que dibuja el nuevo juego de PSN y debe reconstruirse a base de pico y pala es cuadriculada, jerárquica y ordenada. Y ese orden, pasadas las 10 o 12 horas, resulta un poco aburrido y hasta asfixiante, una idea de diseño arriesgada por parte de sus creadores, el estudio Q-Games bajo la producción de Japan Studio, que pretende reflejar en The Tomorrow Children, perfectamente y como nunca antes, lo opresor y coherente de un sistema ultra comunista aunque se lleve por delante los atributos que debe tener cualquier videojuego divertido en el largo plazo. Es probable que ningún otro título de consolas sepa exponer mejor que éste en qué consiste la cooperación social y laboral por un bien común e impersonal, y eso sí es meritorio.

Valores y estética rusos de mediados del s. XX, sobre un entorno frío y metálico de clones alienados que transportan minerales en sus mochilitas y dan vida como pueden a muñecas Matrioska (o Matryoshka). El comunismo y la propaganda política voraz dominan este terreno plano y sugerentemente iluminado que llamaremos The Void (el vacío) y que es consecuencia de “las barbaridades del hombre”, requiriendo ser devuelto a la vida y la civilización con ciudades industriales capaces de autoabastecerse. El punto de partida es fenomenal y atractivo, y también lo son las primeras horas de convivencia con otros jugadores a través de internet y trabajo en común para construir cada necesario edificio y central de recursos. El juego, con mucho de Minecraft, No Man’s Sky o los MMO, basa su gancho esencial y adicción en la progresión de las urbes y la vida en tiempo real que se enlaza con un entorno procedural y compartido, entorno también en peligro de ataques. Es fácil apagar la consola, irse a domir, y que al día siguiente al volver al juego todo lo que hicimos ayer esté destruido y arrasado. Esto puede frustrar y deteriora la experiencia, pero no negaremos que supone un punto innovador e interesante en el esquema de un juego de consola.

Como este asunto, muchos otros. The Tomorrow Children tiene ideas muy nuevas y frescas, o adaptación de antiguas fórmulas interesantes. Pero por el camino se olvida de la diversión y la eficacia como videojuego puro, con desaciertos de gameplay y diseño. Por ejemplo, se ve pronto en los tutoriales, las labores de recolección de minerales y transporte son absolutamente manuales y a veces con largas distancias y lentitud de animaciones. Le da un punto realista a las clónicas muñecas trabajar todas juntitas y poco a poco, como hormiguitas que construyen su laberíntica madriguera.

Pero, mando en mano, supone un empleo de paciencia y cederle oportunidades a un estilo de juego que hacía mucho tiempo que no veíamos. Al principio empiezas ilusionado y dispuesto a construirte una mega urbe. Pero poco a poco vas viendo que estás perdiendo demasiado tiempo en vanalidades que el juego debería acelerar o recompensar un poco mejor para atraparte del todo. Esto pasa en The Tomorrow Children a la décima o duodécima hora, cuando se queda sin sorpresas y hasta los puzles y minijuegos que al principio te parecieron un aporte de variedad y acierto, ahora son un verdadero tostón repetitivo y hasta molesto.

Lo hemos visto este verano con No Man’s Sky, buenas ideas que no se llevan tan lejos como se podría pero que suponen un buen punto de partida. Aquí hay bastante de esa forma de hacer juegos, frescos a priori pero reiteraitvos y limitados pasadas las horas. La genialidad reside en su estética y envoltorio, dibujando a la perfección una sociedad de peones obreros totalmente solos y autónomos que busca un bien común, sin metas privadas. De ahí la importancia de la comunidad que logre el juego, de momento con precio de 19,99 euros en PSN con el Pack de Fundadores pero que más adelante, aún no se sabe cuándo, pasará a ser free-to-play y ofrecerá de forma gratuita una parte de ese contenido que tenemos hoy. El dinero es esencial para conseguir mejores objetos de minería, exploración y armamento, y este pack inicial dispone una buena cantidad de dólares para gastar en rellenar los inventarios. Tampoco me convence el esquema de casillas empleado para éstos o el gunplay, es decir, el manejo y respuesta de las armas de fuego cuando nos liemos a tiros contra los gigantescos Izberg, las criaturas que pueblan el Vacío y buscan arruinar todo nuestro trabajo sacrificado.

Pero toda sociedad aparentemente ordenada y solidaria tiene su lado más turbio, y ahí entra en juego el mercado negro donde gastar los dólares (a acelerar con micropagos). Hablamos de una idea brillante que aloja las mejores armas y gadgets con los que equipar a nuestra clónica muñeca a medida que sube niveles y se especializa en los distintos roles. Quizá no tan bien explicado al principio como merece, este comercio ilegal guarda muchos secretos y habrá que aprender a desenvolverse bien en él, algo que también viene motivado por las estadísticas mejoradas que conseguimos a medida que le metemos horas.

Perfectamente traducido al castellano y con mensajes en ruso para el audio, The Tomorrow Children puede jugar a lo que ningún otro y siempre mantiene esa sensación de experimento social más que de videojuego tradicional. Cruzarse y ayudar a otros jugadores se convierte en obligación, al igual que lograrse una vivienda o salir hacia diferentes islotes en el autobús levitador en busca de nuevos recursos y materiales que aportar a la ciudad y el progreso.

Su aspecto visual, que juega con tonos apagados, acero para todo para reflejar el tono industrial y música melancólica que sugiere tiempos mejores, ayuda a trasladarnos a ese mundo de mecanismos y movimientos robotizados. Sin lugar a dudas, es una producción que entra por los ojos y refleja como pocas lo que fue un modelo de pensamiento que llegó a dominar la política del siglo pasado en determinadas sociedades. Las recompensas del juego sí son individualistas, lo que me parece otro acierto junto a su estética, pues hacernos con un jetpack para las alturas, un pico más rápido o una linterna son pequeños incentivos para seguir echándole horas a este mundo online compartido y variable de un día para otro.

No obstante, necesita más comunidad dentro. Ya llevo casi una semana jugando y buscándole posibilidades, y está claro que, incluso para combatir a los Izbergs y plantar defensas adecuadas en las ciudades, es necesario que aquí haya más jugadores metidos. Esperemos que el paso a free-to-play o previsibles descuentos más adelante lo llenen de gente. Cuantos más, menos trabajo para todos. Sus responsables, Q-Games, se han comprometido además a mantenerlo vivo y actualizado, con eventos temporales que se irán sucediendo a medida que pasen los meses, nuevas criaturas, nuevos minerales y hasta períodos de ofertas en sus tiendas para que, quien entre en este discurso propagandístico y optimista, se quede durante mucho tiempo. Para conseguir que yo sea uno de éstos necesito más variedad y sorpresas, pues, como decíamos, se agotan a las 10 horas de recolección y visitas de islas extranjeras.

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