Análisis Never Alone

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Más allá del hielo
Por César Rebolledo 7 enero, 2015

El tiempo es el mayor enemigo de la cultura popular. Lo que ayer se conocía, hoy ya casi nadie lo recuerda y mañana se convertirá en algo oscuro, olvidado y que no tiene relevancia. Nada ni nadie escapa a su paso, pero hay quienes intentan sobreponerse a éste implacable enemigo, que acaba con todo lo que se cruza en su camino.

Esta es la premisa que hay detrás de Never Alone (Kisina Ingitchuna), en el que se nos relatan algunas de las leyendas del pueblo Iñupiaq, una de las tribus indígenas que habitan el inhóspito Círculo Polar Ártico. Entrando dentro del campo del «basado en», Never Alone se nos presenta como la historia de los conocedores de las distintas leyendas de su pueblo, que se entremezclan en un argumento centrado en la conexión de los Iñupiaq con la naturaleza, así como la interpretación de distintos fenómenos y la importación de la tribu.

El juego nos plantea, a modo de narración, la historia de Nuna, una chica que vive en uno de los asentamientos Iñupiaq, en Alaska. Un día, el tiempo empieza a cambiar y las ventiscas asolan el poblado. Nuna decide salir a descubrir por qué ha cambiado tan drásticamente el clima, conociendo en su camino a un zorro ártico con el que comenzará la inmersión dentro del campo de las leyendas.

Toda esta historia se nos presenta de una forma bastante inteligente, buscando más el hecho de que descubramos otra cultura tan diferente de la nuestra como conectar con la naturaleza, incluso en un lugar tan inhóspito y solitario.

Never Alone se juega como un plataformas con puzzles de persepectiva sidescroller, en el que controlaremos tanto a Nuna como al zorro (el juego tiene soporte para juego cooperativo local) mientras salvamos los distintos obstáculos que se ponen en nuestro camino. Tenemos desde los evidentes peligros que supone caer al agua por un salto mal calculado, hasta osos polares, bárbaros que atacan la aldea, pequeños seres que habitan el subsuelo… Incluso la mismísima Aurora Boreal será nuestra enemiga en un momento dado.

Las posibilidades de juego son todo lo variadas que se puede esperar, teniendo en cuenta que controlamos a una niña en medio de la nieve y un zorro: ambos pueden agacharse para evitar ser derribados por ráfagas de viento, saltar, nadar y bucear (en determinadas zonas) como habilidades generales. Nuna, por su parte, puede balancearse por cuerdas y trepar por ellas, arrastrar cajas y hacer uso de unas boleadoras para destruir obstáculos. El zorro, por contra, puede trepar por paredes y saltar de una a otra, además de tener un vínculo especial con los espíritus que nos ayudarán a avanzar, así como otra habilidad que descubriréis cerca del final de la historia.

Si no tenemos un compañero, tendremos que ir cambiando nosotros mismos de personaje cada poco tiempo, ya que es necesario que cada uno ejecute su papel. Por ejemplo, el zorro puede tener que meterse por un pequeño hueco para atraer un espíritu al alcance de Nuna, que lo golpeará con sus boleadoras.

En general, se trata de rompecabezas que aunque no nos tendrán mucho tiempo pensando, no permiten avanzar sin más. Esto no es un juego de acción, aunque tiene momentos bastante emocionantes.

Uno de los puntos fuertes del juego es todo el acabado artístico. La capacidad de hacer sentir cierta ansiedad estando en medio de la nada es algo que no está al alcance de tantos artistas. Ya sea mediante ráfagas de viento que pueden dar al traste con nuestro personaje o su compañero, el temor a un salto en el que los espíritus pueden llevarnos al más allá o la presión evidente que supone que nos esté persiguiendo un oso polar por quebradizas placas de hielo, o un salvaje arrojando bolas de fuego.

Nuestra protagonista, Nuna, evidentemente no se comunica con el zorro, por lo que toda la historia nos la cuenta una tercera persona, el narrador del que hemos hablado. A medida que avanzamos, una voz en off nos relata, en su propio idioma, el significado y el motivo de lo que estamos viendo. Por qué la niña decide embarcarse en su búsqueda, lo que simbolizan las distintas cosas que vamos viendo… Todo explicado como si de un cuento se tratase.

Otro de los puntos que hacen de Never Alone algo original es la inclusión de pequeños documentales de escasa duración, que desbloquearemos tanto al avanzar como al recoger coleccionables diseminados por el juego, que nos explican con más detalle algunos puntos o cuentan otras historias. Desde la que nos cuenta uno de los Iñupiaq sobre cómo los zorros árticos son buenas mascotas, hasta la importancia de estar en equilibrio con la naturaleza.

El gran punto en contra de Never Alone y que vemos en todos los juegos de éste estilo (como pueden ser Journey o Brothers: A Tale of Two Sons) es, sin ninguna duda, su escasa duración. Algo más de una hora, quizás dos, es lo que nos lleva descubrir todo lo que hay tras la ventisca y su solución.

Si vemos los 24 minidocumentales incluidos, tenemos alrededor de tres horas antes de haber visto todo lo que el juego ofrece.

Además, algunos problemas con la IA cuando jugamos en solitario pueden lastrar nuestra experiencia de juego, por no mencionar un bug que se da casi cada vez que, por accidente, saltemos demasiado cerca de una pared y el personaje al que controlemos se quede «enganchado», obligándonos a reiniciar desde el último punto de control. Por suerte, los checkpoints son enormemente numerosos en éste juego.

En conjunto, tenemos uno de esos juegos que el campo de la educación ha intentado ofrecer alguna vez, sólo que ahora el resultado es bastante satisfactorio. Never Alone es el intento de un pueblo de perdurar, de que su folclore no se pierda y las nuevas generaciones sepan que ellos existen, que siguen ahí.

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Jugabilidad: 7
Gráficos: 6.5
Sonido: 6.5
Satisfacción: 7

Análisis

Never Alone es una de esas experiencias que son breves pero satisfactorias. Un juego recomendable a un precio algo más reducido que el que tiene de lanzamiento, enfocado a un público con cierta empatía por la naturaleza y guste del folclore.