Análisis Just Dance 2016 (PS4)

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Bailar está al alcance de tu mano
Por Manuel Gimeno 30 octubre, 2015

Si se llevara a cabo una encuesta entre los aficionados a los videojuegos preguntando qué título de Ubisoft es el que más éxito cosecha entre las masas, seguramente la saga de Assassin’s Creed aparecería imponiéndose por aplastante mayoría sobre sus demás propuestas. Pocos caerían, tal vez, en el hecho de que la franquicia Just Dance se alza no solo como baluarte de la compañía de origen francés, sino como triunfante superviviente de una estirpe de juegos sociales cuyo auge fue casi tan trepidante como su rápida caída.

Siguiendo este fuerte estado de salud, Ubisoft nos propone mover el esqueleto en el salón de nuestras casas de nuevo con Just Dance 2016, y con esa intención aparté el sofá a un lado, la mesa a otro e improvisé en poco tiempo una pista de baile un año más como ya empieza a ser tradición en LaPS4. Y casi como de una cuestión personal ya se tratara, vi algo entristecido cómo este año tampoco Ubisoft se ha lanzado a dar facilidades a los que necesitamos de un tutorial al más puro estilo Far Cry: Blood Dragon para sincronizar unos míseros pasos de baile. Empiezo el texto de esta manera porque siempre he pensado que un repaso rápido al inicio de cada canción sería extremadamente interesante para llegar a los momentos críticos de cada coreografía con todas las garantías; pero en Ubisoft consideran que no, por lo que no hay manera posible de escapar al ridículo en los primeros compases del juego.

Pero bien, dejando la decepción y el trauma a un lado, Just Dance 2016 surgió ante mí con todo el repertorio de argumentos que lo siguen haciendo perdurar en las reuniones sociales con videoconsola por en medio que todavía sobreviven en muchas casas. El primero de ellos es sin duda un conjunto de 43 nuevas canciones con sus correspondientes coreografías capaces de contentar desde el hipster de las gafas de pasta hasta el clásico popero de los 90. Temas actuales, también de ayer, pero sobre todo tan familiares a la gran mayoría de oídos que es casi imposible que nadie de los presentes no se anime a bailar.

Y si encima cada vez se exigen menos periféricos para ello, mejor que mejor. Ya el año pasado se abrió la puerta a prescindir de PlayStation Eye, pero en esta entrega se consolida. Gracias a mi smartphone y a la aplicación Just Dance Controller (disponibles en Android, iOS y Windows Phone, por cierto) pude optar en primer lugar por probar algunos bailes simplemente danzando mientras sujetaba el teléfono en una de mis manos. Cómodo sí, pero impreciso también, claro. Esta posibilidad, casi más enfocada a no dejar a nadie sin su sesión de danza cada año que a cualquier otra cosa, es extremadamente fácil de engañar, por lo que si queremos una experiencia que valore de forma más justa nuestros movimientos debemos sí o sí enchufar la cámara a nuestra PS4.

Al entrar y recibir el golpe de un menú que de nuevo vuelve a ser también un poco lioso (y más aún para el tipo de juego que es) descubrimos que la novedad más importante llega de la mano del modo Just Dance Unlimited. Si no eres nada amigo de los métodos de suscripción, esto no te va a gustar, aunque no carece de potencial. Este servicio permite acceder a canciones existentes en otras entregas de la saga mediante un sistema streaming. 150 es el total de canciones que se suman a las que ya están de inicio, con lo que el repertorio se incrementa de tal manera que podemos tener perfectamente tanto música y baile para toda la vida. La gran pregunta: ¿El precio? Pues parecido a PlayStation Plus. Un mes cuesta 6,99€, 14,99€ un trimestre y 39,99 un año entero. Algo excesivo a mi modo de ver e innecesario si el uso que se va a hacer de Just Dance 2016 es testimonial, aunque se entiende perfectamente el valor de un paquete de licencias musicales tan poderoso com el que trae Unlimited en sus entrañas.

Alguno se preguntará: “Vale, y si no quiero pagar de más ¿qué tengo?”. De todo, básicamente. Para empezar, el novedoso Dance Quest, para un solo jugador y donde es posible poder llevar una progresión de desbloqueos como si de un juego de plataformas por niveles se tratase. Pero también Swet, clásico en la saga y que nunca dejo escapar cada año. Y es que hay algo de satisfacción en comprobar cuántas calorías has consumido después de ejecutar un baile; aunque hayas hecho el ridículo más espantoso posible, esa recompensa anímica siempre queda. Y claro, Dance Party, para improvisar rápidamente una fiesta en casa con hasta seis jugadores al mismo tiempo eligiendo cualquiera de las canciones disponibles.

Para los competitivos como yo, Ubisoft también ha preparado algunas novedades. La más atractiva, aunque no deja de ser una leve modificación de las opciones del pasado año, ha sido World Video Challenge; multijugador asíncrono en el que al bailar se enfrenta tu puntuación con la que otra persona en otro lugar del mundo ha conseguido. También Showtime entra de lleno en el tema social y creativo para ofrecer la posibilidad de construir nuestros propios pasos de baile y subirlos a la red, viéndolos luego en JDTV. A pesar de que mis dotes creativas siempre naufragan cuando se requieren de ellas en los videojuegos, considero interesante la incorporación para todas aquellas personas que no se dedicarán exclusivamente a colocar el juego de forma ocasional.

Porqué Just Dance 2016 incrementa su apuesta social siguiendo la línea de lo visto el año pasado, y convierte esta estrategia en su mejor arma para los tiempos actuales. No arriesga, pero tampoco lo necesita. Da lo que la gente pide e incluso un poquito más, y eso es buena noticia. Si queréis algo para tener la excusa perfecta con la que liar a los amigos y amigas en una cena improvisada, el juego de baile de UBisoft continúa siendo la mejor opción.

79
Jugabilidad: 8.25
Gráficos: 6
Sonido: 9.25
Satisfacción: 8.25

Análisis

Llega la hora de bailar, y Just Dance 2016 pone la música. Repertorio para todos los gustos que vuelve a ser el plato fuerte de una entrega que apuesta al máximo por el componente social. La facilidad de opciones a la hora de jugar con el smartphone, otra vez, un gran acierto.