Análisis Dragon Age: Inquisition (PS4)

90
Un RPG de acción completísimo e imprescindible para amantes del género
Por Antonio López 19 noviembre, 2014

El RPG desarrollado en Occidente se ha convertido por méritos propios en uno de los géneros más deseados y queridos por los jugadores de medio mundo, aunque no siempre se encuentra la fórmula del éxito. Puede que por una cuestión cultural y, seguramente, por historia, los occidentales apostamos en la mayoría de los casos por inventar mundos de fantasía de corte medieval, donde el clero, la monarquía y el pueblo juegan sus bazas dentro de una historia que busca el momento más épico posible. The Elder Scrolls puede ser la más conocida, con The Witcher pisándole los talones gracias a una tercera entrega que promete dejarnos boquiabiertos. Y, para cerrar este triángulo amoroso tan interesante, encontramos a Dragon Age, que con su tercera entrega consigue ofrecer una obra sobresaliente, con pequeños fallos en lo técnico, pero de una duración tan amplia como sus escenarios.

Dragon Age: Inquisition llega a las tiendas con la sana intención de ofrecer un coctel explosivo compuesto por los mejores ingredientes del siempre idolatrado Dragon Age: Origins y el polémico Dragon Age II, conjugando la obra más grande de BioWare hasta la fecha, lo que supone todo un desafío para los responsables de otra de las trilogías más comentadas de los últimos años: Mass Effect. Aquellos que busquen un juego de larga duración y muchísimo contenido lo encontrarán en Inquisition, título que nos ha sorprendido en la redacción por sus amplias opciones de juego y porque se ha presentado ante nuestra puerta como una de las más alegres sorpresas de finales de año, con permiso del otro gran favorito de la redacción, el ya analizado Far Cry 4.

Inquisition, como sabréis todos aquellos que habéis seguido la actualidad informativa del título que distribuye Electronic Arts, nos devuelve al fascinante y peligroso mundo de Thedas, donde magos y templarios llevan a cabo su particular guerra mientras que Orlais y Ferelden luchan por sobrevivir entre dificultades de todo tipo. Por si esto fuera poco, una inexplicable brecha ha rasgado el cielo para llenarlo todo de monstruos y criaturas procedentes de El Velo. Nuestro protagonista, para bien o para mal, parece ser el único capaz de cerrar esa puerta abierta entre el mundo terrenal y el espiritual gracias a la marca que lleva en su mano. Y hasta aquí vamos a leer, porque ofrecer más detalles sobre el argumento restaría méritos a la propuesta, que sin ofrecer la historia más innovadora del momento al menos juega sus bazas argumentales con bastante inteligencia.

BioWare sigue fiel a sus principios y mantiene intactos todos los elementos narrativos que ya le han funcionado con anterioridad, tanto en la propia saga de Dragon Age como en la de Mass Effect, confeccionando un mundo con vida propia y muy consistente que resultará algo complejo para los ajenos a la franquicia, pero que hará las delicias de lo ya iniciados en la serie. De este modo, todos aquellos que ya hayan jugado con anterioridad a Dragon Age podrán importar sus partidas salvadas gracias a Dragon Age Keep, una iniciativa web que nos permite llevar hasta la nueva generación de consolas nuestras decisiones previas, así como sus consecuencias, para seguir creando un mundo directamente influenciado por los actos del jugador.

El estudio canadiense ama con toda su alma crear lazos afectivos entre sus personajes, odios y pasiones, por lo que sigue utilizando unos ingredientes que siempre le han funcionado muy bien y que en Inquisition parecen haber perfeccionado un poco más. Que estemos ante un juego intergeneracional no le resta méritos técnicos, pero es a nivel narrativo donde más disfrutarán los jugadores y jugadoras que hayan seguido de cerca la trayectoria de BioWare. Esto se traduce en diálogos extensos, muchas secuencias protagonizadas por la toma de decisiones y acción convenientemente presentada, por lo que todos aquellos que detesten el trabajo de BioWare saldrán escaldados. El resto, disfrutaremos tanto como Varric contando una de sus historias de los bajos fondos.

Nada más arrancar Dragon Age: Inquisition, el jugador se enfrenta al editor de personajes, por lo que conviene dedicarle unos minutos. Para evitar los comentarios negativos que generó la existencia de un protagonista predeterminado en Dragon Age II, aquí tenemos la posibilidad de crear al personaje que queramos, hombre o mujer, humano, elfo, enano o qunari, mago, guerrero o pícaro… por opciones no será, desde luego. Aunque no es el editor más extenso del mundo, ofrece las suficientes posibilidades como para editar un protagonista de lo más decente, aunque los que tengan menos imaginación o sean menos creativos pueden recurrir a los diversos rostros predeterminados y ahorrarse jugar el título con algún adefesio. Salvo que esa sea nuestra intención, claro está.

Ya con el personaje creado y con el prólogo superado (repetimos, no queremos estropearos el argumento y sus sorpresas) nos encontramos ante un título que puede saturar durante sus primeros minutos por la cantidad de información, objetivos y misiones que se ponen a nuestro alcance. Desde nuestro refugio, la sede de la Inquisición, podremos descubrir diversas zonas del mundo de Thedas. Gracias a nuestros consejeros y compañeros podremos ejercer influencia en diversas áreas de Orlais y Ferelden para ganar adeptos a la causa, así como podremos realizar diversos encargos que nos reporten dinero y objetos de lo más especiales. Todo ello desde la Mesa de Guerra, una tablero estratégico que nos permite descubrir qué se cuece en el mundo y lo que nos espera en el mismo. No podemos ofrecer una duración aproximada para el título, aunque aquellos que busquen conseguir el 100% necesitarán con seguridad cerca de un centenar de horas de su tiempo para lograrlo. Y es que Dragon Age: Inquisition tiene contenido de sobra para alegría de los jugadores.

Además de las misiones argumentales, podremos encontrar un buen número de misiones secundarias. Y las hay de todo tipo: desde la clásica recolección de objetos para ayudar a unos refugiados hasta la caza de algún tipo de animal, la consecución de diversas materias primas o el enfrentamiento contra facciones de bandidos y criminales. Aunque BioWare no ofrece un escenario único, tenemos a nuestra disposición diversos paisajes y zonas para explorar, todas ellas lo suficientemente grandes y cargadas de objetivos como para satisfacer a los más exigentes. Podremos desplazarnos mediante el viaje rápido entre los puestos de avanzada que montemos, a pie o a caballo (la presencia de monturas es una novedad en la saga). Todo ello para darle un toque sandbox de lo más interesante, con algo de repetición en sus misiones, pero muy alejado de los entornos de Dragon Age II y mucho más amplios que los de Origins.

A todo esto hay que sumar la presencia de hasta nueve compañeros (iremos con tres a la vez), cada uno con sus propias misiones, dilemas, opciones de diálogo y, como no podía ser de otra forma en un título de BioWare, posibilidades de romance. Aquí cada jugador puede hacer lo que le venga en gana y estrechar lazos con quien quiera. Otra cosa es que lo consiga, ya que no todos estarán dispuesto a compartir su lecho con nosotros. Sea como fuere, todo termina confluyendo en una misma cuestión: la Inquisición. El objetivo básico es conseguir la fuerza suficiente como para luchar contra los demonios de La Brecha e intentar cerrarla antes de que sea demasiado tarde para Thedas. Aunque los múltiples coleccionables del título nos desviarán en más de una ocasión del tema y terminaremos perdidos en mitad del mapa buscando botellas de vino en lugar de estar luchando contra los terribles monstruos. Pero eh, un poco de diversión entre el desastre no hace daño a nadie, ¿o si?

Antes de entrar a valorar el sistema de combate, conviene resaltar que Dragon Age: Inquisition sigue las pautas marcadas por el resto de juegos recientes de BioWare, lo que se traduce en una importancia tremenda de los diálogos, de nuestras elecciones y de sus consecuencias. El estudio canadiende ha hecho de las escenas habladas una de sus señas de identidad, por lo que aquí volvemos a tener una ruleta de opciones a la hora de charlar con nuestros interlocutores, pudiendo afectar en todo momento lo que digamos a nuestro compañeros de la Inquisición, para bien o para mal. En este sentido, BioWare se mantien fiel al estilo impuesto en Dragon Age y Mass Effect para seguir permitiendo al jugador ser el más educado y noble de los caballeros o el más brusco y ofensivo de toda Thedas.

Además de esta cuestión, a lo largo del juego nos encontramos con la posibilidad de fabricar nuestras propias armas y armaduras, algo que nos vendrá de lujo si queremos llegar a tener un equipo que merezca la pena y sea capaz de aguantar el envite de los enemigos. Junto con las habituales sesiones de saqueo de este tipo de títulos, Inquisition permite al jugador crear sus propias herramientas para el combate, lo que incentiva aún más la exploración de escenarios y la consecución de objetivos secundarios que no harán más que darnos aún más posibilidades a la hora de conseguir objetos de interés.

Y llegamos al sistema de combate. Lo primero y más importante, BioWare tiene oídos y los utiliza para escuchar a sus fans. Tras el lanzamiento de Dragon Age II hubo fuertes críticas hacia la variación hack and slash que adquirió la franquicia. Los que quedaron satisfechos con el sistema de combate utilizado en Origins no entendían que el estudio canadiense olvidase sus raíces para centrarse en un juego donde la acción era más directa, algo que se subsana casi por completo en esta ocasión. De esta forma, Inquisition supone una mezcla notable, un cocktail de alcohol duro y finas hierbas para que sea el jugador el que decida cómo quiere afrontar los enfrentamientos con los enemigos, cuestión que ocupa buena parte de la trama, junto con los diálogos.

Aquellos que prefieran una experiencia basada en el combate más directo podrán seguir la estela marcada por Dragon Age II, con los tres compañeros de turno siempre al lado de nuestro Inquisidor, moviéndonos sin descanso entre los enemigos, desarrollando nuestra estrategia en vivo e intentando sacar provecho de los elementos del entorno, como pueden ser emplazamientos elevados que nos reportan una evidente ventaja táctica. Aquí juega un papel importante el nivel de dificultad seleccionado, siendo los más elevados un reto que supondrá todo un desafío para los jugadores más experimentados. Podremos tomar el control de cualquier personaje que esté en el grupo, sea el Inquisidor o no, así como podremos centrarnos en un enemigo para ir después a otro o ir alternando entre rivales. Como decimos, a gusto del jugador.

En el punto opuesto encontramos la ya anunciada cámara táctica. Para activarla, en el caso de PlayStation 4, no tenemos más que pulsar el touchpad de nuestro mando para parar el combate y decidir la estrategia de acción. Gracias a esta opción podremos descubrir los puntos débiles de nuestros enemigos, decidir en qué orden atacar, plantear una estrategia de combate concreta o delimitar el rango de acción de los personajes más débiles. La cámara táctica posibilita, con especial énfasis en los combates más difíciles, un mejor control sobre nuestro equipo y el retorno a una forma de entender la saga que gustará a los incondicionales de Origins. No obstante, conviene destacar algunos problemas a la hora de utilizar la cámara táctica en entornos cerrados. El que avisa no es traidor.

Aunque no estamos ni mucho menos ante el sistema definitivo de combates y tampoco es que BioWare haya descubierto el Santo Grial de su funcionamiento en un RPG de acción, lo cierto es que ofrecer estas dos posibilidades contentará tanto a los jugadores más veteranos como a aquellos que no tengan ganas de pensar mucho y prefieran actuar siguiendo su instinto en directo. El combinado resulta, al menos en nuestra humilde opinión, de lo más acertado y zanja, o al menos eso parece, la polémica que se generó con la segunda entrega de la franquicia, aunque algunos la disfrutamos de la misma forma sin necesidad de poner el grito en el cielo.

Junto con una campaña principal de lo más extensa, Dragon Age: Inquisition presenta una vertiente multijugador que complementa el trabajo de BioWare y añade algo de duración a la experiencia de juego, pero que no resulta más que un extra del montón para la aventura monojugador. De esta forma nos encontramos con una especie de modo cooperativo, similar al visto en Mass Effect 3, que nos permite escoger un personaje ya predeterminado, armarlo y equiparlo para completar diversas misiones que nos enfrentarán contra la mayoría de enemigos del título. Por así decirlo, nos encontramos ante un modo horda en el que todo se genera de forma aleatoria y que no deja de ser un simple extra de la propuesta.

Si esperabais un multijugador de amplias opciones y posibilidades en línea quedaréis decepcionados. En este sentido debemos destacar que añadir multijugador a un título de las características de Dragon Age: Inquisition nos parece algo innecesario, aunque tampoco molesta su presencia y puede llegar a ser hasta divertido si tenemos amigos con los que jugar un rato. Según vayamos completando misiones podremos mejorar a nuestro personaje, aunque también será posible hacerse con estos extras mediante micropagos. En ningún caso es necesario pagar para obtener el mejor equipo, ya que éste se puede desbloquear con paciencia y tesón. En resumen, el multijugador resulta un complemento curioso y divertido en compañía de amigos, pero poco profundo y en cierto modo irrelevante para la experiencia Dragon Age.

Sin ninguna duda, Dragon Age: Inquisition es el juego de la saga que mejor luce desde un punto de vista gráfico. BioWare ha sabido aprovechar las virtudes del motor Frostbite 3 para darle su propio punto de vista y ofrecer parajes de la más bella factura, que van desde los entornos desérticos más estériles hasta los lodazales más húmedos y los bosques frondosos de Ferelden. La variedad de paisajes que visitamos es encomiable y cada uno de los mapas está pensado como un pequeño escenario sandbox donde el jugador puede moverse libremente. No existe una total libertad de movimientos como, por ejemplo, en Skyrim, pero el mapeado es lo suficientemente grande y variado como para no importar. Es el Dragon Age que más movilidad ofrece al jugador, aunque destacamos que algunos lugares pueden resultar de difícil exploración por lo pronunciadas que son sus pendientes o lo escarpado del terreno.

En cuanto a los personajes, Inquisition presente el mejor modelado que hemos visto en la saga. Las animaciones faciales y corporales no van a pasar a la historia, pero si que ofrecen pistas muy evidentes de lo que podrá hacer BioWare cuando no tengan la obligación de desarrollar un título para la pasada generación. Y es que conviene recordar que esta tercera entrega también se podrá jugar en PS3 y Xbox 360 (donde, dicho sea de paso, suponemos que el juego lucirá realmente bien teniendo en cuenta la experiencia de los canadienses con dichas consolas), cuestión que a buen seguro ha podido limitar el verdadero potencial de la obra, como suele suceder con los juegos intergeneracionales.

Los efectos meteorológicos, la iluminación y, sobre todo las partículas y las explosiones de los hechizos más potentes sacan a relucir el potencial de PS4, al estilo de inFamous: Second Son. Podríamos decir, sin miedo a equivocarnos, que Inquisition es el primer gran RPG de la presente generación, por lo que el camino marcado por la obra de BioWare resultará clave para los futuros exponentes del género. En lo que respecta a la resolución, el título se mantiene sólido durante buena parte de la partida, aunque hemos notado algunos ligeros problemas que pasaremos a detallar en el siguiente párrafo.

En líneas generales, Dragon Age: Inquisition es una obra estable, que se mueve sin problema a 1080p, aunque existen leves caídas en el framerate que, por suerte, no suponen un lastre para la experiencia de juego, por lo que en este sentido todo el mundo puede respirar tranquilo. Durante nuestra extensa partida hemos apreciado como algunos personajes aparecían de forma repentina, como las pantallas de carga tardaban algo más de la cuenta o como determinados elementos ornamentales eran atravesados por los personajes de forma desconcertante. Aunque la jugabilidad no se ha visto afectada por estos problemas, lo cierto es que en determinadas ocasiones nos sacaban de contexto y terminaban por desviar nuestra atención, aunque como decimos son problemas que se pueden solucionar y que desconocemos si se repiten en otras versiones del juego.

También es de recibo destacar que desde EA España nos advirtieron de los problemas que la actualización 2.0 del firmware de PS4 había generado en Dragon Age: Inquisition. Debido a estos inconveniente no hemos podido ofreceros antes el análisis del juego, ya que el dichoso firmware de la consola corrompía partidas guardadas y, seguramente, generaba más problemas a nivel visual. Pero como usuarios podéis estar tranquilos, ya que afortunadamente estos problemas mayores se solucionaron con la actualización 2.02 de PS4 y solo falta que BioWare termine de pulir estos aspectos comentados anteriormente.

Con todas estas cuestiones claras, destacamos la vertiente artística y creativa de la obra, repitiendo el buen trabajo de los canadienses en la creación de entornos, criaturas y personajes de todo tipo, demostrando que el Frostbite 3 se puede adaptar a cualquier género si cae en buenas manos. Inquisition es la primera muestra de un género que promete grandes alegrías en el futuro de esta generación que lleva un año entre nosotros, por lo que no podemos más que quitarnos el sombrero ante el trabajo de BioWare y preguntarnos qué será lo siguiente (bueno, en realidad lo sabemos, será The Witcher 3: Wild Hunt, otro juego que analizaremos con lupa).

Antes de concluir, que ya va tocando, destacar también el buen trabajo realizado en labores de sonido a lo largo de todo el juego. El título presenta una biblioteca de efectos sonoros de lo más interesante, con ruidos de todo tipo para representar los graznidos de las bestias o los lamentos de los demonios. El doblaje de la obra, en inglés, está realizado con muchísimo cariño y podemos llegar a reconocer a cada personaje sin problema. Hace ya muchos juegos que los títulos de BioWare no llegan doblados al español, aunque por suerte tenemos unos subtítulos perfectamente traducidos que nos permiten no perder ni un solo detalle de la trama. Estos textos están ubicados en la parte superior de la pantalla, dejando toda la parte inferior libre y apta para su disfrute jugable.

En lo que respecta a la banda sonora, encontramos una partitura de corte épico y muy espectacular que ha sido montada por Trevor Morris. Los melómanos del lugar lo reconocerán por sus trabajos en series de televisión de renombre como Los Tudor, Los Borgia, Los Pilares de la Tierra o Vikingos. Morris aprovecha todo ese bagaje musical para confeccionar una banda sonora que si bien no resulta soberbia, si tiene momentos sobresalientes y, en líneas generales, notables. Y para muestra, el tema principal de Dragon Age Inquisition, que podéis escuchar desde aquí y con el que cerramos este texto.

90
Jugabilidad: 9.5
Gráficos: 8.5
Sonido: 9
Satisfacción: 9

Análisis

Dragon Age: Inquisition es un RPG de acción que hará las delicias de los usuarios gracias a su larga aventura y sus posibilidades secundarias. Aunque presenta ligeros problemas en diversas cuestiones técnicas, convence de manera sobrada como aventura de rol occidental y prepara el camino para futuros exponentes del género.