Análisis ABZÛ

75
La fluidez y elegancia de Journey bucean en el siguiente intento de viaje corto y sensorial
Por Javi Andrés 3 agosto, 2016

Journey es para muchos, entre los que me incluyo, una imborrable obra de arte interactiva más que un videojuego de exploración y puzles tímidos. Una moneda al aire en la que salió cara ya que podría no haber gustado en absoluto al público hardcore por su planteamiento superficial a los mandos pero robustamente penetrante al corazón. Fue un producto arriesgado que el tiempo ha encumbrado como imprescindible del medio. Matt Nava, director artístico de aquel surfeo de los desiertos y bufanda roja ondulada al viento, también principal artífice del curioso Flower, nos trae ahora ABZÛ, una nueva alegoría babilónica que basa su encanto en lo audiovisual más que en lo meramente divertido o desafiante. Volvemos a tener una especie de Fantasía de 1940 frente al resto de clásicos Disney con historias, personajes y emociones más fuertes. Volvemos a tener relajación visual y curvas suaves frente a rapidísima violencia e impactos nerviosos habituales del videojuego. Volvemos a tener atmósfera reflexiva y en calma frente a impulsos híper estimulados frecuentes del mundo en que vivimos. Pero todo eso ya lo tuvimos en anteriores trabajos de Nava con ThatGameCompany, por lo que 20 euros (14,99 € para suscritos a PlayStation Plus) por recorrer un nuevo par de horas -o poco más que dura- de preciosa soledad y armonía audiovisual hace pensárselo a cualquiera. Sale más barata una clase de yoga o la visita a un museo inspirador.

ABZÛ reinterpreta un viaje hacia la deidad de las profundidades, ésa que equilibra las fuentes de lo más hondo del océano y mantiene vivas a todas las especies que giran y conviven en él. Es un recorrido muy corto, con segunda vuelta en busca de todos sus coleccionables claramente colocados para la rejugabilidad opcional y Trofeos, pero que, en general y primera instancia, dura unas dos horas y tiene el precio que otros grandes y más duraderos videojuegos, más ahora en agosto con las Rebajas de Verano de PSN. El discurso rápido y recurrente sería que a quien pueda interesar ABZÛ o quedó maravillado con Journey, no le debe importar en absoluto la duración de esta nueva producción. El problema de su tamaño sí aparece, en cambio, cuando llegas a los títulos de crédito justo cuando mejor lo estabas pasando y sientes que tantos meses de trabajo del equipo Giant Squid, con Nava y los suyos, se han quedado en algo a menos gas, algo que acaba justo cuando mejor explota. Y no puedo detallar esto mucho más sin arruinar una de las mejores cosas que tiene juego, al jugarlo entederéis por qué y veréis que os pasa lo mismo, que se corta de forma abrupta cuando se alcanza el clímax. Es como que no se extiende en su segunda mitad y final lo que debería y sí hace en la primera parte.

Sin embargo, ABZÛ es un título cargado de retos superados. Hasta que lo empecé no era capaz de creerme que un videojuego de exploración subacuática y buceo puro fuera capaz de cautivarme y funcionar así de bien en términos de variedad y necesidad de seguir un poco más. Ya he dicho en otros textos, como en el Análisis de Song of the Deep, que las fases de buceo me asfixian y me parecen lo peor de nuestro formato, el cáncer de las aventuras tipo Tomb Raider o Darksiders. Y ¡pum!, llega ABZÛ y hace que sea rotundamente feliz moviendo las aletas y buscando en el infinito. Haber conseguido esto conmigo, a modo particular, significa que, en general, hay algo muy bien hecho y verdaderamente eficiente en el gameplay de este juego. Ese matiz clave es la velocidad y la fluidez de animaciones del buzo protagonista, capaz de girar con suavidad y estética atlética en cualquier dirección, de dejarse impulsar por corrientes marinas a modo de tobogán tubular o de agarrarse a rápidos delfines, cachalotes, tiburones y orcas para moverse, de verdad y en mayúscula, como pez en el agua. Ya la jugabilidad de ABZÛ te expresa esa conexión entre el mundo marino y el humano, rompiendo barreras con los peces y la majestuosa flora subacuática, responsable de la mayoría de estampas angustiosamente preciosas que nos ofrece el juego.

Cuando crees que no va a poder volver a sorprenderte o hacerlo a mayor escala, va y se supera. En materia estética no hay lugar a dudas, Giant Squid ha trabajado duro para concebir un diseño de niveles semiabiertos y enrevesados que sean una delicia para los ojos, sobrecargando cada esquina de bancos de peces de todos los colores del mundo, con altísimos bosques submarinos que bailan con las corrientes, con ruinas de una civilización perdida que tenía mucho que contar en sus muros y jeroglíficos que recomiendo contemplar con calma… Este océano tiene secretos, colores y arte por los cuatro costados, también narración sumeria si sabemos leer sus sutiles mensajes y mensaje sobre la actualidad si después de jugarlo de principio a fin -y, a poder ser, de una sentada- nos quedamos pensando en por dónde hemos pasado y cómo está el patio medioambiental en el siglo XXI. Hay un tono ecologista, naturista y zen en todo lo que se ve, pero lo verdaderamente mejor de todo el juego viene en lo que se oye

[RELACIONADO=El sonido azul]La mejor parte de ABZÛ está en su apartado de audio, tanto de efectos como de música. El laureado compositor Austin Wintory (Journey, Assassin’s Creed Syndicate, The Order: 1886…) se ha puesto a las batutas de la Orquesta Filarmónica de Nashville para crear una banda sonora de unos 100 minutos aproximadamente que jamás repite pentagrama exacto y acompaña al jugador en todo momento, enfatizando los mejores momentos o los cambios de luminosidad, paleta de colores y atmósfera que consigue su magistral diseño de espacios. Todo ello acompañado por el Coro de Voces de Londres, que aportan ese halo de majestuosidad y trascendencia que una epopeya como ésta necesita. Y un broche especial para todos los efectos subacuáticos, los gemidos de cada especie marina de las cientos que existen, el eco de la inmensidad azul, las ecualizaciones específicas para entornos más angostos como cuevas y ruinas, o la aportación de divinidad en los pasajes mitológicos gracias al sonido. Es verdaderamente asombroso y bien tratado el trabajo que se ha hecho con las pistas de audio. Juégalo con auriculares o el volumen del televisor muy alto.[/RELACIONADO]

En PS4 el rendimiento de ABZÛ es muy notable. Marcan a esta versión la solidez y muy pocos parpadeos del framerate -que sí algunos-, algo imprescindible para que una experiencia basada en la suavidad y la fluidez sea poderosa. No va a 60 frames y quizá no le vendrían mal para disfrutar por completo de las profundidades y esos bancos de miles de atunes que giran en círculo o el aleteo escurridizo de los peces payaso cuando nos acercamos a sus anémonas. Por todo lo demás, estamos ante un juego brillante en aspectos técnicos y especialmente artísticos. ABZÛ es capaz de mover miles de unidades a la vez y con trayectoria lógica propia, de no desdibujar los fondos lejanos y de crear efectos lumínicos realmente sugerentes y reveladores que otros no tardarán en imitar. Se siente de nueva generación y eso es de agradecer en un producto tan basado en lo audiovisual y además de corte independiente y no grandes presupuestos. El manejo con DualShock es simple y pleno, como en Journey, con el gatillo para el impulso y un botón de interacción y otro de turbo, y poco más.

Quizá, si nos ponemos puristas como jugadores habituales, se pasa de simple y sencillo. Eso es bueno porque invita a que se lo pongas a tu abuela si quieres y viva la agradable experiencia, sorprenderá a los no habituados a videojuegos. Pero el ojo acostumbrado y más crítico verá en sus niveles un sinfín de oportunidades perdidas por hacer algo más inspirado y profundo en términos jugables, pues, a fin de cuentas, el gameplay de ABZÛ consiste simplemente en ir hacia delante e interactuar con algunos puntos un poco más escondidos, poco. Y eso no será suficiente para los que le exijan algo más que bellas vistas y vellos de punta con las piezas orquestadas. Es más fácil, más corto y más previsible que Journey, y eso, indiscutiblemente, tenemos que considerarlo un paso atrás para el inmaculado currículo de Matt Nava, que como director artístico puede estar tranquilo de ser de lo mejorcito que tenemos hoy en esta industria. A todo esto se suma que llega “después de”, que muchos de los que lo comprarán ya jugaron Flower o Journey, y que ya no impacta como aquellos. Eso sí, magia le sigue sobrando a todo lo que toca y dibuja este hombre.

75
Jugabilidad: 7
Gráficos: 8
Sonido: 9
Satisfacción: 6

Análisis

ABZÛ intenta ser un nuevo Journey y no lo alcanza. Matt Nava es un mago del diseño y las emociones para el jugador que tiene el mando en la mano, se ha rodeado de grandes músicos e ilustradores para conseguirlo de nuevo con este heredero espiritual y continuista del viaje de ThatGameCompany, pero el nuevo título ni llega en el mismo momento de soledad en ese estilo, ni consigue su trascendencia o sorpresas, y es aún más simple y corto en duración para los 20 euros que cuesta. Esto no quiere decir que no sea lo mejor que hemos recorrido en años, quizá lo mejor que se haya hecho nunca, en cuanto a profundidades marinas y espectáculo de color, armonía y sonido. Es un museo muy personal y sugerente que visitar, pero la entrada es bastante cara para que te empujen tan pronto hacia los créditos de salida, justo cuando más lo estabas disfrutando.