Análisis Assassin’s Creed Rogue

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El conflicto desde el punto de vista templario
Por Antonio López 18 noviembre, 2014

La franquicia estrella de Ubisoft en estos momentos no quería dejar pasar la oportunidad de lanzar un título en la pasada generación de consolas. Aunque Assassin’s Creed Unity ha sido el título que más ruido ha hecho durante los últimos meses debido a su puesta de largo exclusiva en las nuevas consolas, PS4 y Xbox One, su entrega hermana se ha ido viendo de forma pausada, algo que ha terminado por resulta beneficioso y de lo más interesante en el resultado final.

Assassin’s Creed Rogue, aprovechando todo lo que hasta el momento nos ha brindado la franquicia en PS3 y Xbox 360, se antoja uno de los títulos con más contenido de los aparecidos hasta la fecha en la saga, sorprendiendo así a propios y extraños. Dejando a un lado cuestiones meramente comerciales, que por supuesto existen, el título que cierra la trama argumental ubicada en Norteamérica conjuga una historia diferente, con un punto de vista contrario al habitual, y satisface a los amantes de la serie que no han podido dar el salto a la nueva generación.

Como ya sabréis a estas alturas, Rogue nos pone en la piel de Shay Patrick Cormac, antiguo miembro de la hermandad de los asesinos, ahora templario dedicado en cuerpo y alma a dar caza a los que otrora fueran sus hermanos de armas y de credo. Aunque no es la primera vez que tomamos el control de un templario en la saga, y hasta aquí vamos a leer, si es la primera vez que el protagonismo recae enteramente en uno de los villanos clásicos de la franquicia, aportando un nuevo punto de vista de lo más interesante e, incluso oscuro, a la trama de la aventura.

Llegados a este punto conviene destacar que Rogue es tremendamente continuista y toma prestadas casi todas las ideas que vimos en Black Flag, por lo que aquellos jugadores que no quedaron satisfechos con la anterior entrega de la saga tampoco lo harán con está. Por el contrario, los que disfrutamos de Assassin’s Creed IV estamos de enhorabuena ante la sorpresa que supone Rogue. El título vuelve a dar una tremenda importancia a las batallas navales, aunque no se olvida de la exploración ni de la historia, así como de un montón de contenido secundario, elementos que terminan por conjugar una obra de los más curiosa, que gustará especialmente a los incondicionales de la franquicia.

La historia principal alcanza, como siempre dependiendo de cada estilo de juego, las 10 horas de duración. Es cierto que tiene una trama más corta que otras entregas previas, pero esto termina jugando a su favor al eliminar misiones de relleno aburridas y yendo directamente al grano. Por supuesto, aquellos jugadores interesados en conseguir completar la propuesta al 100% necesitarán de bastante más tiempo, puesto que no faltan a la cita misiones secundarias y coleccionables de todo tipo, como los siempre presentes fragmentos del Animus, mapas y artefactos templarios o edificios que reformar en algunas partes del escenario. Assassin’s Creed Rogue no presenta funciones multijugador, por lo que todos los esfuerzos de sus responsables se han centrado en ofrecer una experiencia monojugador estable y completa, lo que sin duda resulta muy de agradecer.

A nivel jugable, como podréis imaginar, Rogue sigue la estela marcada por Black Flag, aunque desde un punto de vista diferente. Volvemos a tomar el control de un barco para movernos por los mares y océanos de América, capitaneando en esta ocasión la nave Morrigan, que podremos mejorar según avancemos en la historia, permitiendo al usuario plantar cara de una forma más efectiva a los enemigos y surcar las aguas como un auténtico bucanero. Hay novedades interesantes en las armas del navío, como el cañón Puckle o el aceite, que nos permitirá prender fuego a los barcos que osen cruzarse en nuestro camino. La presencia de batallas navales es muy importante en Rogue, por lo que si no os gustó en Black Flag tampoco lo hará en esta ocasión. El sentimiento es contrario, evidentemente, si os encantaron en las entregas previas.

Sobre tierra, Rogue presenta los mismos controles que su más inmediato predecesor. El sistema de combate es idéntico al de Black Flag, aunque es cierto que es posible manejar algunas armas inéditas, como una especie de lanzagranadas que causa furor entre las filas enemigas. Las secciones de sigilo también siguen la tónica marcada por ACIV, dejando intacto el tema de las coberturas y de la ocultación en la maleza y otros elementos del entorno (un entorno que resulta más espectacular de lo esperado, aunque trataremos esa cuestión algo más adelante en el análisis), así como la importancia de la Vista de Águila se hace nuevamente evidente.

Ubisoft Sofía, que en su momento se encargó del desarrollo de Assassin’s Creed Liberation, es el estudio (aunque en realidad han sido varios los que han participado en la creación del título) que ha montado todo este tinglado que parecía ser una excusa barata para ofrecer a los jugadores que no han dado el salto generacional una opción de compra y que ha resultado ser, al menos en lo técnico, una propuesta más completa y fluida que Assassin’s Creed Unity, el juego de la franquicia que se ha llevado todo el protagonismo este año y que, como bien sabréis, ha estado rodeado de polémica desde su reciente lanzamiento por los innumerables problemas experimentados por los jugadores. Rogue también se aprovecha de esta cuestión para convencer a los fans de la saga, aquellos que no ven ningún problema con el lanzamiento anual de la serie.

Pero, volviendo a lo jugable, redescubrimos la importancia de la caza de diversos animales para poder mejorar nuestro equipos, así como también vuelve la parte que transcurre en el presente (o en un futuro muy cercano, que ya no nos queda claro del todo) y que nos vuelve a llevar hasta las oficinas de Abstergo, donde descubriremos muchos guiños y huevos de pascua que hacen referencia a otros títulos de Ubisoft. Ojo también a las sorpresas que dejan pistas sobre Unity y a la presencia de personajes que ya hemos visto en otros títulos, como Assassin’s Creed III, algo de lo más lógico si tenemos en cuenta que Rogue transcurre justo entre los hechos narrados en Black Blag y la aventura de Connor.

En resumen, y como habréis podido imaginar, Assassin’s Creed Rogue no apuesta por la innovación jugable, ni tampoco gráfica, aunque es precisamente esa continuidad la que hará las delicias de los aficionados a Black Flag y la que le permitirá ser recordado como un aceptable título de la saga más que como una entrega anecdótica. Las escasas novedades jugables, entre las que destaca una persecución implacable por parte de diversos asesinos que quieren darnos caza y se esconden en los lugares más inesperados, hacen su función, sin alardes y sin aportar nada a la franquicia, pero tampoco haciéndole ningún mal.

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Ya en el apartado técnico, descubrimos la ventaja con la que ha partido de inicio Ubisoft Sofía. Como hemos destacado, el título sigue los patrones estéticos impuestos por Black Flag, que ahora se siguen a pies juntillas propiciando un título estable, con algunos parajes nuevos y de bella factura, así como otros entornos que ya hemos tenido ocasión de visitar en entregas previas de la saga, como sucede con la ciudad de Nueva York, que se convierte en la urbe más importante del título, aunque no es la única localización que visitaremos.

Conviene destacar que el tamaño del mapa es bastante menor que el de Black Flag y lo que podría parecer negativo para los amantes de la exploración y de los escenarios enormes termina resultando positivo para el conjunto al evitarnos zonas vacías y de relleno que realmente no le añaden nada jugable a la propuesta. Así, además de Nueva York, tendremos ocasión de explorar River Valley y el Atlántico Norte, posiblemente el entorno más bello y novedoso, repleto de nive, hielo y hasta pingüinos. En esta sección del título nos cruzaremos con diversas novedades en la parte de exploración, al tener que evitar los icebergs en la navegación, pudiendo usarlos también como cobertura durante los combates marinos.

Lo más reseñable es que todo el conjunto se mueve de manera estable, aunque es cierto que se repiten los mismos errores que en Black Flag. Hemos podido apreciar algunos momentos de carga tardía de texturas y pequeños eventos con apariciones repentinas de elementos del entorno, popping, aunque afortunadamente no es algo que afecte a la experiencia de juego y resulta más anecdótico que preocupante, a diferente de los diversos problemas que ha experimentado la entrega de nueva generación de la franquicia estrella de Ubisoft.

La compañía gala ha aprovechado los conocimientos de la pasada generación para ofrecer un título que, si bien podría parecer de simple relleno, terminará gustando a los que disfrutaron en su momento con Black Flag, como ya hemos comentado en varios ocasiones a lo largo del texto. Por lo demás, las animaciones de los personajes, tanto corporales como faciales, resultan aceptables, nunca destacables, intentando mantener siempre el camino marcado por la entrega previa, algo que apreciamos por ejemplo en unos movimientos de parkour que no difieren casi en nada de lo visto en otros personajes de la saga. La prioridad evidente de Unity sobre Rogue hace que este último parezca menos trabajado en lo gráfico, aunque al final termina por ser una cuestión compensada por la cantidad de contenido que presenta el título y su atractivo argumento.

Con todo lo anterior en mente, también es de recibo destacar que el título llega localizado al español como viene siendo habitual en la franquicia hasta el momento. El doblaje resulta de lo más decente, aunque tampoco va a pasar a la historia como el más trabajado de la industria. Las voces, aunque muy profesionales, no terminan de convencer, siendo el caso más preocupante el del propio protagonista del juego. No osaremos poner en duda el trabajo detrás de la localización del título, pero quizás una voz más grave le hubiera quedado mejor a Shay, así como a otros personajes que deambulan por la trama.

En lo sonoro, descubrimos la habitual biblioteca de sonidos que acompañan a la saga desde hace años, así como una banda sonora que en esta ocasión pierde algo de atractivo y no termina de ser lo épica o profunda que debería ser. Todas estas cuestiones hacen su parte de forma correcta, sin molestar y aportando lo justo para que el apartado técnico del título esté a la altura de la franquicia, sin atreverse a innovar por el camino, sabedores todos sus implicados que este año el éxito estaba destinado a otra propuesta de la saga.

Assassin’s Creed Rogue no va a marcar un antes y un después en la franquicia, cuestión que casi todos podíamos esperar, pero sorprende por su más que decente cantidad de contenido y lo variado de las misiones principales. Aunque a nivel técnico estamos ante una propuesta menor, el título gustará mucho a todos los que en su momento ya lo pasaron en grande con Assassin’s Creed III y, especialmente, con Assassin’s Creed IV: Black Flag. El resto de jugadores, los que aún esperan que se repita el milagro de Assassin’s Creed II, verán como Rogue no cumple sus expectativas por mucho que ponga empeño en llevar a cabo su labor. La propiedad de Ubisoft se ha convertido en una de esas franquicias amadas y odiadas a partes iguales por los jugadores de medio mundo, por lo que corresponde a los fans decidir si quieren descubrir la aventura de Shay o mejor dan el salto a la nueva generación, aún con toda la polvareda que está generando.

80
Jugabilidad: 8
Gráficos: 8.5
Sonido: 7.5
Satisfacción: 8

Análisis

Rogue no pasará a la historia como el título más revolucionario de la saga, pero al menos presenta contenido suficiente como para satisfacer a los fans y mantiene todo lo que funcionó en Black Flag para despedirse de la pasada generación. Pensado para los incondicionales de la franquicia, una entrega que ni aporta ni innova, pero que tampoco molesta.