Noticias Por César Rebolledo 22 marzo, 2017

Un senador australiano critica la prohibición de vender Outlast 2

Cree que los jugadores tienen criterio para decidir

Un aplauso para el senador David Leyonhhjelm, de Australia. No es habitual que los políticos se pongan de parte de los jugadores. Después de lo sucedido con Outlast 2, pensábamos que la cosa se quedaría así, sin más. Otro juego que cae bajo el enorme martillo de la Junta de Clasificación nacional. Pero este hombre, como parte de su intervención en la última reunión del Senado, ha tenido unas palabritas que dedicar a este órgano encargado de decidir qué se puede y que no se puede vender. Y sobre la idea que tienen de cómo es la gente que juega.

«Este juego tiene lugar en un mundo de fantasía en el que aparecen criaturas de todo tipo, tanto humanas como inhumanas. La simple implicación de un encuentro fuera de cámara entre una criatura y un personaje humano fue suficiente para prohibirlo por completo por la Junta de Clasificación australiana. Todo esto se basa en la presunción de que la gente que va a jugar son niños impresionables que copiarían todo lo que ven. Y sin embargo internet está ahora mismo desbordado de todo tipo de imágenes desagradables con gente real, no imágenes generadas por ordenador, y los crímenes violentos en todo el mundo están descendiendo».

Este órgano de clasificación es uno de los más duros en lo que se refiere a clasificar juegos. Junto al alemán (dejamos China aparte, porque ahí los motivos para la prohibición de juegos y consolas son ahora mismo complejos y difusos), es responsable de que una enorme cantidad de títulos hayan tenido que ser modificados oficialmente si pretendían poder venderse de forma legal. Pero esperamos que las palabras de Leyonhhjelm lleguen a estos grupos y a muchos más políticos. Como decía anteriormente, no somos gente que se vaya a limitar a copiar lo que ve en un videojuego. Que sean los padres los que decidan a qué puede o no jugar un menor, y que sean los adultos con sus compras los que decidan, que hay cosas mucho peores al alcance de la mano que un juego violento.