los chinos que raros son

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julio 24, 2008
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barna
PEKÍN.- Los extranjeros suelen verse sorprendidos por las preguntas indiscretas que los chinos acostumbran a hacer a bocajarro, por eso en el centro de la capital han sido colgados carteles para prevenir a los pequineses de que midan su curiosidad durante los JJOO.

Los carteles explican que para los occidentales es de mal gusto que un desconocido le pregunte cuánto gana al mes, cuántos años tiene y si está casado.

Estas tres preguntas, por ese orden, son moneda corriente en las primeras conversaciones entre chinos, que también las utilizan cuando dialogan con extranjeros, algunos de los cuales se ven sorprendidos e incluso molestos, según las explicaciones del cartel.

Preguntar qué religión profesa, cuál es su dirección o su estado de salud, o inquirir sobre sus sentimientos puede molestar al extranjero.

El cartel también indica que llamar anciana a una mujer de edad avanzada, una práctica común entre los chinos, también puede resultar de mal gusto para los occidentales.

Estas ocho preguntas que no se deben hacer suponen la enésima campaña que inicia Pekín para civilizar a sus ciudadanos desde que se le concedió el derecho a organizar los JJOO en 2001.

Desde entonces y paulatinamente se ha hecho más difícil ver escupir a los transeúntes en cualquier momento y lugar, una práctica aún extendida, ya que hay quien considera que expulsar gargajos es bueno para la salud, pero que ya cuenta con muchos detractores entre los propios pequineses.

Pekín también ha conseguido inculcar el concepto de cola en el imaginario de sus ciudadanos, hasta hace nada demasiado proclives a formar "melés" a las puertas de trenes y autobuses, ante las ventanillas de los bancos o en cualquier lugar concurrido, que en la capital china, con 20 millones de habitantes, son todos o casi todos.

Ceder el asiento a personas ancianas o discapacitadas, a mujeres embarazadas y a niños en los servicios de transporte público ha sido objeto de otra campaña emprendida por las autoridades que ha obtenido un éxito relativo.

Pekín quiere dar una buena imagen al casi medio millón de visitantes extranjeros que llegarán en los próximos días, por eso ha tratado de enseñar a sus ciudadanos que gritar o arrojar desperdicios al suelo es de mala educación.
 
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