Final Fantasy VII: el renacer de una leyenda

Recordamos una de las entregas más emblemáticas de la saga

La conferencia de Sony durante el reciente E3 ha traído un par de sorpresas totalmente inesperadas. Hemos tenido gameplay de The Last Guardian, juego que muchos ya empezaban, sin ninguna duda, a ver en el infierno del eterno desarrollo. La campaña de financiación récord para comenzar a trabajar en Shenmue III. Por último, que no menos importante, el anuncio oficial del remake de Final Fantasy VII. De un plumazo, Sony nos ha dejado sin la posibilidad de hacer los chistes de todos los años sobre estos tres temas recurrentes de casi cada feria.

Cada uno de estos temas se merece páginas y páginas de texto, explicando por qué cada uno de ellos ha provocado infartos a distintos niveles al ser presentados en una conferencia que ha hecho correr ríos de tinta. The Last Guardian es un juego que lleva relativamente “poco tiempo” en las mesas de trabajo, al menos en comparación con el tiempo que hace que se esperan los otros dos. Shenmue y Final Fantasy VII son, sin embargo, títulos que ya cuentan con muchos años, ambos juegos de culto que han perdurado en la memoria de los que ya llevan un tiempo en los videojuegos.

Año tras año ha habido rumores, peticiones, filtraciones y supuestas confirmaciones de que alguien trabajaba en ellos. A las generaciones más recientes seguramente les resulte complicado, si no han hecho algo de investigación propia o han conseguido probarlos, entender el revuelo que han causado estos dos anuncios.

Lo que hoy vamos a presentar, si bien hace un tiempo dedicamos ya un artículo a esta leyenda del rol, son los motivos de por qué Final Fantasy VII es considerado por muchos, aún a día de hoy, el máximo exponente de la franquicia. Con este documento, queremos intentar transmitir, a aquellos que no hayan tenido la oportunidad de vivirlo de primera mano, lo que el juego supuso.

Las bases de una historia que vamos a presentar y que, dentro de lo posible, haremos sin spoilers. La jugabilidad perdida de la que fue época dorada del rol, que muchos querrían ver volver en las nuevas entregas de la franquicia, que ofrecía control completo de los personajes en las batallas y las posibilidades que el propio juego tenía, más allá de su historia principal.

Comenzamos un viaje que empezó en un pequeño pueblo al pie del Monte Nibel y que, a través de los años, creará ilusiones y forjará amistades que trascienden el tiempo y la distancia. Que dará pie a engaños, sueños rotos, traiciones, pérdidas y viajes en busca de una respuesta, que encontraremos en el lejano Cráter del Norte…

Su desarrollo es ya historia de los videojuegos, tanto como el propio juego y lleva relacionada quizás una de las grandes decisiones erróneas en lo que a la concepción de una consola se refiere.

Hasta la séptima entrega, la saga Final Fantasy ha ofrecido sus juegos inicialmente para las consolas de Nintendo (con adaptaciones que han ido llegando después para múltiples plataformas), pero esto cambia con Final Fantasy VII. Square decide pasar de los sprites y las dos dimensiones a las tres dimensiones, lo que junto a todo lo que se incluirá y las posibilidades del título, lleva al desarrollo del juego a necesitar una capacidad de memoria superior a lo que se puede conseguir en un formato que no sea el CD-ROM.

Nintendo ha decidido que su próxima consola, Nintendo 64, seguiría haciendo uso de los cartuchos. Aunque esta plataforma da a luz títulos tan legendarios como el que nos ocupa, de la talla de Perfect Dark, Goldeneye, Mario 64 o Banjo Kazooie, la capacidad de los cartuchos no es suficiente para Squaresoft.

Llegados a este punto, el desarrollo del juego se encuentra con el problema de que la compañía con la que han trabajado hasta ahora no va a pasar al formato de los CD-ROMs, lo que provoca que peligre la concepción del título. Sin embargo, hay otras plataformas disponibles y, finalmente, Squaresoft rompe su hasta ahora fructífera relación con Nintendo y, en 1996, se anuncia oficialmente que Final Fantasy VII llegará a Playstation. En los dos años que lleva en el mercado, la consola se ha colado en el hogar de muchos jugadores. Sony se dispone a recibir uno de esos juegos por los que muchos se deciden entre unas plataformas u otras.

Así pues, en enero de 1997, los jugadores japoneses recibían el juego. A finales de año, Europa y USA daban la bienvenida a una reedición del mismo, con varios contenidos no disponibles en el original y que también llegaría a Japón, bajo el nombre de versión “International”.

Final Fantasy VII es, para aquellos que no lo conozcan, un juego de rol de desarrollo no lineal, con combates por turnos. Se nos presenta un mapamundi a escala que exploraremos a pie, en coche, hidroavión (estropeado, sólo podremos usarlo para navegar por aguas poco profundas), chocobo y, por supuesto y como es marca de la casa, barco volador.

Los personajes se presentan en tres dimensiones, en estilo superdeformed. Es decir, mientras avanzamos, los avatares de cada personaje y NPC tienen un aspecto simple y a un tamaño más pequeño de lo normal, mientras que en combate tienen un diseño realista, con las proporciones correctas.

Con respecto a anteriores entregas, Final Fantasy VII establece dos puntos de diferenciación, con uno de ellos convirtiéndose desde este momento en una constante en la saga. Hablamos de la primera aparición de los ataques Límite de uso manual. En Final Fantasy VI, cuando nuestros personajes tenían una baja cantidad de vida y de forma totalmente aleatoria, podían llevar a cabo un poderosísimo ataque especial, capaz de cambiar el curso de un combate. En Final Fantasy VII se presenta una barra llamada Límite, que se va cargando cuando nuestros personajes reciben daño por parte de los enemigos. Cuanta mayor sea el daño recibido en relación al máximo de vida de nuestro personaje, más sube la barra de Límite.

Estos ataques son únicos para cada personaje y no se limitan, en varios casos, a simplemente hacer más daño a los enemigos a través de una espectacular animación. Muchos tienen propiedades especiales, tales como dañar a todos los objetivos, sacarlos literalmente del campo de batalla (el Ataque Final de Cloud), curar estados alterados, subir la barra de Límite de nuestros compañeros…

Por otra parte, y posiblemente la mecánica más atractiva del sistema de juego, está el sistema de Materias. Hasta el momento, a mayor o menor nivel, los personajes de Final Fantasy han estado limitados por el conocido Sistema de Trabajos. Esto limitaba las habilidades a las que tenía acceso cada personaje en relación a su ocupación: no todos los personajes tienen acceso a cualquier habilidad. Es decir, la posibilidad de robar objetos sólo está disponible para uno, otros pueden invocar, otros pueden usar cualquier magia… algunas entregas anteriores han permitido bastante flexibilidad en este aspecto, pero Final Fantasy VII es un auténtico cambio en este sentido.

Cada arma y pieza de armadura tiene una serie de ranuras, huecos en los que colocar unos objetos llamados Materias. Cada Materia da acceso a una habilidad concreta: una magia una habilidad una invocación, un efecto especial…

Esto implica que, salvando los Ataques Límite, cualquier personaje puede hacer cualquier cosa. Desde lanzar magia curativa hasta invocar a los seres más poderosos, pasando por el uso de habilidades enemigas (conocidas generalmente dentro de este universo como Magia Azul). Haciendo uso de distintas combinaciones que podemos cambiar en cualquier momento que no estemos en combate, podemos además aplicar efectos a las materias equipadas: imbuir el arma o armadura del elemento o efecto alterado de la materia que tenemos, poder usar una magia en todos los objetivos (especialmente útil con las magias curativas), usar una misma habilidad varias veces seguidas…

Esto da pie a muchas más posibilidades de las que pueden parecer, dando pie a poderosas combinaciones. Especialmente mencionable la combinación de la invocación Fénix con la materia Ataque Final, que puede hacer que seamos virtualmente invencibles, haciendo que cada vez que el personaje que las lleva equipadas muera, invoque al Fénix, reviviendo a todo el equipo una cantidad determinada de veces.

Las Materias tienen distintos niveles, que implican una serie de mejoras en función del tipo que sea: las verdes (magia) dan acceso a versiones más poderosas de cada una de ellas, las rojas (invocación) permiten invocar más veces por combate a esa criatura en concreto, las azules (funciones especiales) cambian el efecto aplicado, las rosas (parámetros) pueden aumentar nuestra vida, magia… y las amarillas (habilidades) pueden dar acceso a nuevas técnicas a usar en combate.

En esta entrega, además, las armas están siempre a la vista en combate, y no sólo cuando se ataca con ellas como hasta ahora. Cada arma tiene un aspecto diferente y distintas ranuras en las que equipar Materias. También podemos equipar una pieza de armadura, con sus propias ranuras y un accesorio que de acceso a propiedades especiales, aunque ni las armaduras ni los accesorios son visibles en combate.

Esta vez vamos a presentar el juego a nivel argumental, aunque evitaremos los spoilers. Aunque prácticamente cualquier jugador aficionado al género conoce la historia y el destripe del final del primer disco, comparable quizás al famoso secreto de El Sexto Sentido, siempre puede quedar alguien que no lo sepa y quiera disfrutarlo por su cuenta.

El mundo en el que nos encontramos atraviesa un período de relativa paz, relativamente poco tiempo después de una guerra en la que se han visto envueltas varias regiones, así como una empresa: la Compañía Eléctrica Shinra, denominada generalmente como, simplemente, Shinra.

Tras terminar la guerra, Shinra se ha convertido en gobernante del mundo de facto, con influencia en todas partes, así como poder en la toma de decisiones en casi todos los ámbitos. Proporcionan energía a todo el mundo y son por tanto responsables del desarrollo industrial.

Sin embargo, cuando comienza el juego en Midgar, ciudad en la que tiene su sede la compañía, nos presentan a varios personajes, miembros de Avalancha, un grupo de ecoterroristas que sabotean a la compañía. El motivo es que Shinra obtiene energía drenando la fuerza vital del Planeta, lo que está acabando con él.

A lo largo de todo el juego nos enfrentaremos constantemente a miembros del ejército privado de Shinra, que no tardará en desvelar su auténtico objetivo. Buscan la Tierra Prometida, que creen que es un lugar rico en energía Mako (la fuente de la que se obtiene la energía eléctrica) y tendremos que impedírselo. Sin embargo, existe una amenaza mucho mayor.

Se trata del antagonista de esta entrega, el infame Sephirot, uno de los villanos más emblemáticos de la saga y que también busca la Tierra Prometida con fines muy distintos. Además de ser el responsable de uno de los momentos más recordados por jugadores de todo el mundo, acontecimiento que emocionó a millones, la identidad de la persona a la que perseguimos realmente durante todo el juego también guarda un secreto, así como su auténtica relación con nuestro personaje principal.

Los personajes, sí, los personajes. Ya hemos hablado del grupo Avalancha, que se nos presenta desde el principio del juego. Aunque hay diferentes niveles de profundidad, todos los personajes a los que controlamos cuentan con un buen trasfondo, así como su propia historia, que viviremos (en algunos casos de forma opcional) para saber más de ellos.

El principal protagonista es Cloud Strife, un antiguo miembro del ejército de Shinra, amigo de Tifa, miembro de Avalancha. Acaba de llegar a Midgar y su antigua amiga lo ha enrolado con los ecoterroristas como mercenario. Además, en una ocasión fue compañero de Sephirot, el villano del juego. Aunque las cosas no son siempre lo que parecen. Cloud es un personaje sombrío, frío y distante, que a lo largo del juego evoluciona emocionalmente, hasta que un acontecimiento lo hace cambiar totalmente su forma de ser.

Barret es el típico personaje grande y musculoso que no puede faltar en todo RPG. Bajo su apariencia de salvaje y propenso a la violencia se esconde un corazón bondadoso que busca lo mejor para todos, en especial para su hija pequeña. Tifa es uno de los motores de la historia, amiga de Cloud y que entra en el prototipo de “chica florero” con unas medidas exageradas. O ería una chica florero, de no ser porque es experta en artes marciales.

Otros personajes son Aerith, otro de los fundamentales en el desarrollo del argumento (y clave dentro de todas las historias del universo FFVII). Inicialmente ajena a todo lo que sucede, es objeto de interés de la compañía Shinra y del mismo Sephirot. Cloud comienza a desarrollar un gran afecto por ella y es responsable del cambio del personaje. Se trata de una chica delicada que esconde un gran poder y es capaz de llevar a cabo algo que nadie más puede hacer…

También tenemos a Vincent, otro oscuro personaje cuyo pasado está relacionado con Shinra y que busca venganza; Red XIII, una bestia con la capacidad de razonar y que ha sido objeto de experimentos, de nuevo por parte de la compañía. Yuffie, una ninja de la lejana Wutai que busca conseguir Materias con las que ayudar al pueblo; Cait Sith, un personaje que pronto se revela como una máquina controlada de forma remota y Cid Highwind, piloto de aeronaves, agresivo y beligerante.

Como se puede ver, realmente los personajes no suponen ninguna revolución dentro de un género que, para cuando llegó a las tiendas el juego, ya eran bastante arquetípicos de los RPG. ¿Por qué entonces se los recuerda tanto? Posiblemente por ser parte del primer Final Fantasy al que muchos de los fans tuvieron acceso, así como de la forma en que todas las historias se entremezclaban y la complejidad del pasado de algunos de ellos.

Realmente no hay un motivo concreto que explique el éxito de esta entrega, considerada por muchos el mejor (pese a que Final Fantasy VI, a nivel argumental, sigue siendo considerado el máximo exponente), más allá de que llegase en la época realmente dorada del mundo de los videojuegos, que se encontraban en plena expansión en un tiempo en el que las posibilidades habían aumentado exponencialmente.

Es complicado concretar la influencia que Final Fantasy VII pudo tener o no en juegos del mismo género durante su época y posteriores, pero sí es más fácil hablar del efecto en la por aquel momento Squaresoft. La sombra del juego es alargada y al mismo tiempo bendición y maldición para la compañía.

De la séptima entrega de la saga se han desprendido multitud de productos, que van desde películas a juegos de distintos géneros y varias plataformas, algunos más memorables que otros. Además, la historia del propio juego se ha visto expandida y detallada en gran medida gracias a las varias precuelas que han surgido, con una mención especial a Crisis Core, que inexplicablemente, en esta época de ports y remasterizaciones no ha sido llevado a consolas de sobremesa. Todo este universo expandido anterior al juego principal es posiblemente uno de los responsables de que en el recientemente anunciado remake se vayan a hacer cambios argumentales, ya que hay varios puntos que sería necesario cambiar y ajustar para que encajen con la historia canónica actual.

Sin embargo, cada nueva entrega de la saga ha sido comparada con esta, lo que ha supuesto que muchas voces críticas se alcen en contra de varios de los cambios que se han ido añadiendo. Pese a que el anuncio del remake completo del juego ha supuesto un auténtico boom dentro del mundo de los videojuegos, existe un gran grupo de jugadores recelosos. Se ha confirmado que se llevarán a cabo una serie de cambios que no serán simplemente estéticos y, como es normal, los fans más acérrimos no están cómodos con lo que esto puede implicar.

Final Fantasy VII supuso un antes y un después para muchos jugadores, por lo que es de esperar que Square-Enix no se atreva a arriesgarse con algo que, pese a que saben que les reportará beneficios casi con toda seguridad y sin problemas, podría salir terriblemente mal si lo hacen de la forma incorrecta. Por ahora, sólo queda esperar para ver si una de las grandes leyendas de este mundillo renace mejorando lo aún conocido… o se convierte en la lápida más grande jamás construida.