Análisis Horizon Zero Dawn: The Frozen Wilds

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Guerrilla Games amplía la experiencia al que es uno de los mejores juegos del año
Por Manuel Gimeno 14 noviembre, 2017

Aunque el pasado mes de febrero ya queda algo lejos a estas alturas del año, sería un error quitar de las quinielas que barajan ya cuál será el mejor juego a Horizon Zero Dawn. Guerrilla Games se sacó de la manga el que sin duda es el mejor título que ha desarrollado hasta el momento, y supone junto a The Legend of Zelda: Breath of the Wild el otro paradigma de los videojuegos de mundo abierto hoy en día. También fue una muestra perfecta de que una nueva propiedad intelectual atractiva y bien trabajada puede triunfar desde un primer momento, porque los aficionados y aficionadas al entretenimiento interactivo demuestran sistemáticamente que quieren disfrutar de historias inéditas con protagonistas por descubrir.

Aloy y su salvaje mundo dominado por bestias metálicas derrochaban carisma por los cuatros costados, y todo ello iba acompañado de una historia que atrapaba, junto a una jugabilidad que abrazaba la estrategia como camino para vencer a semejantes engendros mecánicos. Un cóctel perfecto que satisfizo a la gran mayoría de personas que se lanzó a probar esta nueva propuesta que ahora se expande con este The Frozen Wilds, que supone la primera y única expansión de recibirá el título.

The Frozen Wilds no se atreve en ningún momento a “hacer un The Evil Within”, y eso es una buena noticia. Me refiero a que esta expansión no tiene como objetivo ahondar ni expandir tramas que quedaron atadas y bien atadas en el juego base, y en cambio sí intenta ensanchar las posibilidades que ya ofrecían en la historia original tribus y territorios mucho más desconocidos que otros. Esta historia permite ampliar así la experiencia del universo de Aloy sin más, contentando a quienes se quedaron con ganas de vivir más aventuras una vez terminada la partida anterior. De hecho, se hace fundamental abordar así el juego, con todo aquello ya concluído, pues es la mejor manera de potenciar la inmersión que prepara Guerrilla Games para esta nueva historia.

Y el nexo de unión escogido para enganchar ambas tramas se compone, por un lado, de la tribu de los Banuk, y por otro, de El Tajo, el nuevo espacio helado creado para ser explorado en esta ocasión. Los Banuk hicieron su aparición de forma testimonial en la historia base, sobre todo mediante una misión secundaria muy curiosa que ya dejaba ver el misticismo que rodea a esta sociedad en cuestión. En The Frozen Wilds, Aloy se empapa de toda esta cultura al implicarse de lleno en un conflicto que tiene como epicentro la peligrosísima influencia de un ente perverso que vuelve a las máquinas mucho más peligrosas de lo normal.

Es satisfactorio conocer a los Banuk por la implicación de Aloy en su propio conflicto, llegando incluso a adoptar un papel dominante en una sociedad similar a la de los Nora, pero que realiza una interpretación diferente del papel de las máquinas y sus interacciones con las personas. La buena narrativa que demostró Horizon Zero Dawn se rescata aquí, conociendo a nuevos personajes secundarios clave que refuerzan la implicación de la heroína, y que constituyen la representación del sentir de la tribu y su actitud ante todos los problemas que plantea un mundo lleno de peligros.

Por supuesto, es clave en todo esto la aparición de El Tajo como zona más al norte del mapa original y terreno inexplorado para Aloy. Tal vez el paisaje nevado escogido haya sido una elección de riesgo, pues la monotonía del hielo y la nieve puede hacer pensar en un primer momento en una pérdida de carisma por la ausencia de los vivos colores que siempre han envuelto las andanzas de la heroína. De hecho, el mismo foco no se aprecia con la nitidez suficiente en algunos momentos al no haber mucho contraste con la blanca luz que emana de todas partes. Sin embargo, es tal el poderío visual del juego y el buen hacer en el apartado artístico que sucede todo lo contrario. El Tajo se muestra imponente, muy particular y repleto de sorpresas. Es alucinante ver el volcán humeante que los Banuk llaman “Tambor del Trueno” exhalando vapores oscuros desde la distancia, o descubrir los lagos de colores que surgen maravillosos como consecuencia de la actividad geotérmica del lugar. Incluso la exploración de este terreno se antoja diferente, al tener Aloy más facilidades para escalar y jugar más con la verticalidad del terreno que con su superficie horizontal.

Guerrilla Games se ha encargado de dotar de diversos elementos a esta zona para que no sea sólo un terreno por el que pisar. Hay dos nuevos diseños de bestias de hierro y cables, armas y armaduras características de los Banuk, una especie de moneda distinta con la que comerciar con la tribu y hasta una especie de torres peligrosas dispuestas por el mapa que restauran la salud de las máquinas y que hasta merman el poder defensivo de la “Tejeescudos” de Aloy. Con esta amalgama de ingredientes, se vuelven a suceder misiones secundarias al mismo elevado nivel que en Horizon Zero Dawn, y que vuelven suponer microhistorias interesantes en las que vale la pena invertir tiempo para absorber algo más del universo que plantea el estudio holandés planteado para esta propiedad intelectual.

Con hasta 18 horas de duración para completar todo el contenido que tiene que ofrecer The Frozen Wilds, Guerrilla Games prolonga el buen sabor de boca de uno de los mejores títulos que ha dejado este 2017. No hay sorpresa, no hay excesiva novedad, ni tampoco mucha trascendencia, pero esta expansión es más Horizon Zero Dawn, es más Aloy, en definitiva. Y eso, en una nueva propiedad intelectual que ha aterrizado con tan buen pie en su primera entrega, es siempre una excelente noticia.

80
Jugabilidad: 8
Gráficos: 8
Sonido: 8
Satisfacción: 8

Análisis

Guerrilla Games ofrececon The Frozen Wilds un poco más de Horizon Zero Dawn para acabar de satisfacer a todo el público que tanto disfrutó en su momento con la historia de Aloy. Mismas virtudes que en la historia original, pero sin excesivas sorpresas ahora. Una ocasión perfecta para ampliar la experiencia en un mundo tan maravilloso como el creado por el estudio holandés.