Análisis Assassin’s Creed Origins

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Grandes novedades en la vuelta de una saga que sigue teniendo un sabor muy familiar
Por Manuel Gimeno 26 octubre, 2017

Para muchos fans, Assassin’s Creed IV Black Flag supone la cúspide de una franquicia que ha atravesado por buenos y por malos momentos, como es normal en un proyecto que cuenta ya con más de 10 años de andadura. Esta entrega desarrollada por Ubisoft Montreal no necesitó de más espacio en el tiempo dentro de la anualidad de la franquicia para brillar aún en la memoria de muchas personas, pues lo diferente de su planteamiento con la navegación a través de una gran cantidade islas del Caribe desterraba ese murmullo eterno que siempre reclama más tiempo de desarrollo para cada juego, buscando así la consecución de algo extraordinario. Sin embargo, la aparición al año siguiente de un Assassin’s Creed Unity desollado en las redes sociales por los bugs y la poca innovación de un Assassin’s Creed Syndicate posterior que dejó congelado a la mayoría, reavivó las peticiones de los fans más acérrimos en la ya imparable reclamación de sosiego, calma y mimo en el trabajo para el siguiente juego.

De ahí surge este Assassin’s Creed Origins tal como lo va a recibir todo el mundo en las tiendas, pero no porque todo esto nazca de ese año y medio extra de desarrollo, sino porque el tiempo añadido permite sellar la mayoría de fisuras que pudiera tener un trabajo que comprende muchos años de esfuerzos. Sin embargo, no solo con mostrar serenidad a la hora de terminar el proyecto está todo hecho; ni tan siquiera al exhibir en su finalización un acabado estable que termine por completo con el mal recuerdo de los fallos puntuales a nivel gráfico. Será en lo rompedora que sea la propuesta y en las novedades que disponga donde se marcará o no la diferencia; donde se creará ese efecto Black Flag que pueda satisfacer a todos aquellos que, casi dos años después, van a la tienda decididos a renovar la confianza en la que es ya una de las grandes franquicias de videojuegos de todos los tiempos.

Un mal inicio que mejora hasta el final del juego

Sin embargo, esto no ocurrirá en los compases iniciales de la historia, donde ese mismo equipo de desarrollo que hizo Black Flag falla estrepitosamente a la hora de plantear un argumento que no despierta ningún tipo de interés en las primeras horas de juego, dejando al usuario la responsabilidad de forzarse a avanzar para descubrir todo lo bueno que tiene que ofrecer el título después. Hay una ansiedad máxima por justificarle al jugador el año y medio de desarrollo mostrando inmediatamente las novedades más importantes, y el primer combate, la primera galopada en camello y las primeras misiones secundarias se precipitan rápidamente sin tiempo a estrechar ningún tipo de lazo con Bayek.

Éste y no otro es el problema principal que tiene Assassin’s Creed Origins, que no construye ningún tipo de relación entre el jugador y el protagonista hasta que no pasan unas 5 o 6 horas, tiempo más que suficiente hoy en día para que muchos abandonen la aventura antes de tiempo. Juegos como Horizon Zero Dawn suponen el perfecto paradigma de cómo iniciar un título de mundo abierto haciendo lineales las primeras fases, cimentando así una narrativa que hará de soporte sobre el que poder recorrer durante muchísimas horas el largo y ancho del mapa ofrecido.

Soberbia recreación del antiguo Egipto

Pero una vez superada esta primera fase, el juego se muestra en su verdadera naturaleza mejor en todos los aspectos a lo visto nunca en la saga. La carencia de buenas bases argumentales se compensa rápidamente con el enorme carisma que desprende la recreación de un Egipto en el 49 a.C que no tiene parangón en lo visto hasta ahora en cualquier otro videojuego. La Londres Victoriana o la París de la Revolución Francesa tenían un encanto especial, pero no dejaban de ser recreaciones de muchos monumentos que a día de hoy continúan en un estado de conservación muy similar. El mérito tremendo de este Origins es hacer una labor de documentación bárbara para reproducir el reino en su fase decadente en esa época, teniendo un valor didáctico incalculable al ofrecer imágenes de cómo debió ser Alejandría, con su legendaria biblioteca y faro, o cómo eran las gentes en Menfis, capital del Imperio Antiguo de Egipto, o cómo eran las pirámides de Giza sin el deterioro del tiempo y del expolio.

Sin duda, esto es lo mejor que tiene para ofrecer Assassin’s Creed Origins, que desprende carisma por los cuatro costados por la época escogida, pero sobre todo por cómo se ha sido capaz de reproducirla de forma totalmente correcta y fiel. Más allá de los monumentos como templos, pirámides, efigies, monolitos, palacios y demás, las terrible inmensidad del desierto, la alegría visual que ofrecen los terrenos con agua dulce o la fauna y flora que campa de manera salvaje alrededor acaba por sellar una ambientación magnífica que hará las delicias de cualquiera.

Justo por eso se hace llevadero ir a caballo o en camello por regiones más salvajes, navegar por el Nilo o recorrer a pie las ciudades, aunque eso no nos haga renunciar al viaje rápido, por supuesto. Las estampas que deja el paisaje y las icónicas construcciones quemarán el modo foto y provocarán que el jugador gaste muchísimas horas de su tiempo consiguiendo la instantánea perfecta. Se crea incluso una necesidad de competir por tener la mejor captura al aparecer todas las fotografías que se hagan en el mapa para que la gente vote por ellas en caso de que sean de su agrado.

Por fin un sistema de combate a la altura

Pero la novedad no está ahí, aunque sea uno de los valores más importantes que tiene el juego. La corrección con respecto al pasado está en ese sistema de combate que tanta prisa tiene por enseñar Ashraf Ismail en los primeros momentos del juego, y que hace que por fin sea agradable mantener una pelea en un Assassin’s Creed Origins. Han tenido que pasar más de 10 años y montones de juegos para que por fin se aborde el punto débil de esta franquicia. Con clara inspiración en la saga Souls pero sin acercarse a la calidad de From Software en dicho aspecto, esta entrega permite que el jugador pueda exhibir su habilidad en combate con el escudo y el resto de armas, haciendo que sea satisfactorio batirse con los enemigos.

Así pues, el sigilo se equilibra con la acción, siendo ambas opciones igual de válidas para abordar cualquier situación. Si uno opta por pasar desapercibido, el juego ofrecerá soluciones lógicas para superar casi cualquier misión gracias a un diseño de niveles bastante bien ejecutado. En cambio, si se prefiere abordar todo desde el punto de vista de la acción o si se erra en el propósito de ser invisible ante el ojo enemigo, se disparará la dificultad al tener que hacer frente a muchos rivales, aunque ahora sí se podrá hacer con las garantías que ofrece un sistema de combate bien implementado.

De aquí directamente se deriva la novedad de usar un sistema de loot en armas y escudos acertado. Hay un aliciente interesante a la hora de conseguir herramientas de la más extrema rareza que aporten habilidades únicas como el veneno en ellas o el sangrado del enemigo. Rebuscar en cofres ocultos y conseguirlas, así como mejorarlas para que no pierdan la fuerza con el paso del tiempo y de los niveles, será también una tarea habitual. Aquí se crea una economía con sentido y con objetivos claros. Por un lado el conseguir monedas para evolucionar las armas y escudos, y por otro hacer acopio de pieles al cazar para mejorar la defensa y el ataque del personaje, al más puro estilo Far Cry.

Acierto en las misiones principales y secundarias

Aunque todo esto, lo del combate, la economía o incluso el diseño de niveles sería baladí si no fuera por el hecho de que las misiones principales y secundarias son variadas, interesantes y divertidas. Como suele pasar en este tipo de juegos, pasado un tiempo se hacen algo más pesadas, pero en este caso se minimiza con éxito esta sensación. Además, es algo de lo que congratularse dado el sistema empleado para abordar los eventos principales. Todos ellos requieren un nivel mínimo en el personaje para poder ser abordados, y esta experiencia añadida se consigue con las misiones secundarias. El juego te obliga a completar algunas de ellas para que estés preparado para lo importante, y si las misiones secundarias no hubieran sido interesantes el fracaso hubiera sido claro. Sin embargo, eso no ocurre, y en general todo aquello que tiene que ver con cada encargo o reto se desarrolla mejor que lo visto en las últimas entregas.

De hecho, hay cierto toque de The Witcher 3 y Horizon Zero Dawn en todo esto. Ubisoft le ha dado complejidad a cada pequeña trama, y los paseos de un sitio a otro encadenando acciones diferentes le sientan bien al juego. Se rescatan también cosas de otros títulos de la compañía, en concreto Watch Dogs 2 y Ghost Recon Wildlands. Podemos ver cosas de ambos en Senu, el águila que sirve para marcar a los enemigos o los objetivos. Pero también en la estructura de enemigos, que comprende un esquema claro para ir destruyendo poco a poco la trama de la Orden de los Antiguos y su clara influencia sobre Ptolomeo, el hermano y enemigo de Cleopatra en esta lucha por la restauración de Egipto.

También se agradecen los puzles o la incitación a la exploración en tumbas, ruinas, palacios y demás. Muchas de estos retos vienen acompañados con ciertos toques didácticos acerca de la cultura egipcia, como puede ser el embalsamamiento de los difuntos, los ritos funerarios, la mitología, las clases sociales, etc. Es el ejemplo perfecto de que es posible aprender jugando a videojuegos, y seguramente este Origins sea el primer título que hace esto tan bien. De agradecer también es la existencia de la iniciativa Discovery Tour, que permite que todo esto que uno se encuentra en las misiones principales y secundarias pueda verse y estudiarse sin la distracción de la acción o sin la sangre y la violencia que impide que los menores de edad se beneficien de todo lo que tiene que aportar este videojuego.

Genial distancia de dibujado y gran mimo por los detalles

En el apartado técnico destaca sobremanera lo que comentaba acerca de los escenarios, pero en concreto la distancia de dibujado, que nada tiene que envidiar a lo que se puede ver, por ejemplo, en Zelda: Breath of the Wild. Puedes estar en una atalaya, divisar a 2 kilómetros una palmera y acercarte a ella. Todo ellos in popping, con una definición bastante buena y una iluminación que encandila. Es de resaltar también los cambios meteorológicos y sus efectos, como esas tormentas de arena devastadoras o el calor apabullante en el desierto que provoca hasta espejismos y alucinaciones de todo tipo. Pero más allá de esto que es músculo puro, Assassin’s Creed Origins es imbatible en el detalle. Esto se aprecia desde el primer momento entrando a cualquier casa, o apreciando cómo en las tumbas los ritos funerarios son fieles a la tradición e incluso se pueden ver gatos embalsamados cerca del descanso de grandes señores y señoras de Egipto.

Pero no todo es bueno. Hay poca mejora en las animaciones faciales, y eso le quita carisma y garra a ciertas situaciones que deberían ser más emocionantes de lo que se transmite desde el juego. Tras la polémica de Mass Effect Andromeda no puedo dejar pasar por alto este hecho, y esta entrega no experimenta una mejoría con lo visto en Syndicate, por ejemplo. Además, los planos para las cinemáticas no siempre son acertados, y contribuye de alguna manera a la crítica que lanzaba al principio del texto, y es la poca unión que existe entre el usuario y el protagonista.

Por otro lado, Ubisoft vuelve otra vez a realizar un trabajo descomunal en localización y doblaje. Se vuelven a destinar recursos enormes en traer el juego en español, y esta vez con el gran Jordi Boixaderas poniendo voz a Bayek, que sobresale por encima de cualquiera en su interpretación. Clara Lago en su papel de Cleopatra no lo hace mal, pero desde luego no está al nivel de la voz de Russell Crowe, pues en ocasiones se nota cierta sobreactuación en su papel. Lástima que la banda sonora, pese a tener buenos temas, no esté presente más a menudo en momentos importante, porque podría haber dotado de más solidez a todo el conjunto.

Assassin’s Creed Origins en el año de los mejores juegos de mundo abierto

Es posible que Assassin’s Creed Origins sea el mejor juego de la franquicia desde Assassins Creed III, el cual tengo el sonrojo de confesar que es mi favorito de toda la saga. Sin embargo, todas las novedades que comento están lejos de ser innovaciones rompedoras pues, al final, la franquicia se ha adecuado a lo que verdaderamente es un mundo abierto, adaptándose bien y con reflejos a las innovaciones últimas que han surgido. La mala suerte de este título puede estar en el momento de aparición, pues este año 2017 tiene con Horizon Zero Dawn y, sobre todo, con el excelente Zelda: Breath of the Wild dos grandísimos juegos del mismo género que están marcando y seguirán señalando la tendencia de lo que debe ser un buen título de estas características durante mucho, mucho tiempo.

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Jugabilidad: 9
Gráficos: 9
Sonido: 8.5
Satisfacción: 8.75

Análisis

Assassin’s Creed Origins es, sin ninguna duda, la mejor entrega de la franquicia desde Assassin’s Creed III. Corrige casi todos los problemas que tenían Unity y Syndicate, y abraza finalmente un mundo totalmente abierto que le sienta muy, muy bien. El combate, las interesantes y variadas misiones principales y secundarias, y la maravillosa ambientación de Egipto son las mejores bazas que exhibe el juego para encandilar al usuario. Lástima el mal inicio del juego, que podría haber hecho cambiar la percepción general del título. Por último, quiero aplaudir la aportación didáctica de Ubisoft con esta entrega, que será ejemplo y referente durante mucho tiempo del paradigma del videojuego y su función también educativa.