Análisis Destiny 2

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Bungie perfecciona la fórmula y logra, de nuevo, uno de los mejores shooters de los últimos tiempos
Por Manuel Gimeno 15 septiembre, 2017

Con el paso del tiempo, la saga Destiny será recordada como una de las más icónicas de la actual generación de consolas. El primer título fue esperado como la primera y verdadera muestra del potencial de las nuevas máquinas, batió el récord de ventas de una nueva franquicia en su primera semana (aunque The Division le arrebatara el logro poco después) y tuvo una grandísima repercusión a nivel mundial al saberse que, con 380 millones de coste, supone el producto cultural más caro de la historia. Bungie y Activision lograron captar la atención de un gran número de personas con un juego que tenía miedo a mostrarse como el primer gran MMO en consolas, y que usó como armas de seducción su excelencia como shooter y el carisma a raudales de un universo nuevo y atractivo. Tal vez el proyecto, en su concepción base, no llegó a cumplir con las expectativas, pero fue en la carrera de fondo, en sus sucesivas expansiones, cuando Destiny sí acabó coronándose como uno de los grandes juegos de esta época.

Destiny 2 se ha enfrentado a retos diferentes en este punto de la historia. Debía convencer a los veteranos de que su oferta no se limitaba a suponer una simple expansión más y, al mismo tiempo, debía ponerle las cosas fáciles a los que se atreven por primera vez a defender la Luz de El Viajero. Y creo que ambas cosas se han conseguido. Los viejos guardianes ya han podido comprobar que esta segunda parte mejora todas aquellas cosas que el primero no había resuelto bien, y los nuevos se han encontrado con un conjunto de elementos que favorecen su entrada al juego de una forma que el primer Destiny no logró en absoluto.

¿Pero cómo ha sido el resultado exactamente? ¿Son suficientes las mejoras de Bungie? ¿La evolución es lineal y se queda en un simple “más y mejor”? ¿Hay innovación entre todo lo nuevo que se ofrece? Estas son las preguntas a las que voy a tratar de responder tras casi dos semanas de exigirle al juego una satisfacción diaria y constante, sobre todo en un “end game” que supone la clave fundamental que permitirá (o no) al jugador reservar unas cuentas horas a la semana para meter el juego en la consola y disfrutar con nuevas tareas que hacer.

La historia como preludio del verdadero juego

Y el primer punto en el que Destiny 2 logra enmendar los errores del pasado tiene que ver con la historia principal del mismo, con la sencillez con la que se cuentan ahora las cosas y la información que reside dentro del juego; sin necesidad de salir fuera de él para entenderlo todo (dichoso Grimorio). Esta vez la trama se logra seguir adecuadamente porque, en parte, dispone de un antagonista potente, carismático y único, que hace que se concentre toda la acción en una dirección sin dispersarse. Dominus Ghaul, cuya excelente voz en España corre a cargo de Luis Tosar, es sin duda lo mejor de la campaña, y su ambición de apropiarse de la Luz de El Viajero el motivo ideal para partir de cero sin obviar todo lo que sucedió en la primera entrega.

Aunque no todo es bueno. Hay personajes como Zavala e Ikora que no se desarrollan, y siguen sin despertar nada en el jugador, con una exhibición total de clichés. Se echa en falta una facción de enemigos nueva, que genere el mismo impacto que supuso el Rey de los Poseídos. No hay sorpresas inesperadas, ni giros que te aparten del evidente desenlace, y en general se tiene una sensación de desaprovechamiento de los ingredientes bastante grande. La historia no profundiza demasiado en ese carisma que reside en Ghaul y Cayde-6, sobre todo, y se conforma justamente en ser entendible, sin mirar más allá. Para ello, el uso de las cinemáticas al estilo Los Señores de Hierro sirve perfectamente a dicho propósito, y regala al jugador los momentos más álgidos con sus atronadores e impactantes monólogos.

Pero sobre todo, esta historia sirve como preludio perfecto para el verdadero Destiny 2, el que está detrás de la sucesión de misiones argumentales y cinemáticas. Aquí ya se empieza a atisbar el excelente trabajo del estudio a la hora de readaptar el sistema de progresión hacia uno más satisfactorio. Bungie te hace ver que el nivel básico no es relevante, y que la variable “poder”, la antigua “luz”, es lo que de verdad te hará llegar a conseguir una verdadera fuerza. Ya en Titán, uno de los cuatro planetas disponibles, el estudio te pone el caramelo en los labios regalándote el primer objeto excepcional que te despertará las ganas de conseguir mejor equipamiento para hacer crecer cada vez más a tu guardián. Un mensaje directo al jugador para decirle que esta vez será más fácil, que las recompensas serán mayores que antes sin necesidad de invertir tantísimas horas. En definitiva, un anticipo de la satisfacción en forma de recompensas que irá recibiendo poco a poco el usuario.

Más contenido, mejor progresión

Justo esto es el aliciente principal de este título y de todo MMO que se precie. Una vez terminado, que el juego te nutra de toneladas de objetos para poder mejorar al personaje de forma continuada; además de plantear retos jugables, obviamente. Destiny 2 tiene toneladas de armas, armaduras y objetos capaces de personalizar hasta el teletransporte del jugador. Una cantidad de elementos que mantendrá viva la llama de interés del usuario con creces hasta la llegada de la primera expansión

Y es que todo lo que rodea la historia tiene recompensa. O al menos, casi todo. Las misiones secundarias, los eventos públicos, las patrullas, asaltos o las incursiones acaban repercutiendo directamente en la satisfacción del jugador en una gran cantidad de ocasiones en forma de objetos poderosos. Si no, de forma indirecta también lo consigue, gracias a generar objetos que otros personajes canjean por mejor equipamiento. Se simplifican al máximo de esta manera también las monedas del juego, siendo verdaderamente útiles dos como mucho en esta ocasión, y gestionándose el resto casi de forma automática. Una muestra más de la mejora de Bungie en hacer más sencillo lo complejo, consiguiendo eliminar frustración en el conjunto de usuarios.

Lo bueno es que todas las acciones relacionadas con este objetivo son más variadas que en el anterior título; al menos haciendo la comparación con el juego base. Es inevitable en todos los juegos que llegue el momento en que todo sea repetitivo, pero en este Destiny 2 se intenta con bastante éxito retrasar esa sensación lo máximo posible a base de un mayor número de retos, de más situaciones jugables y de ese aumento de recompensas comentado. Del contar mejor la historia se benefician también todos estos eventos, entendiendo mejor lo que hay que hacer y de qué manera hacerlo.

Además, el lienzo en el que toda esta pintura se expande es excepcional. Cuatro planetas muy extensos que guardan secretos en cada una de sus zonas y que invitan al redescubrimiento continuo de los mismos. En una primera pasada es posible ver la superficie de cada planeta casi al completo, pero no será hasta atravesar sus tripas cuando uno se da cuenta del trabajo tan fantástico del estudio de Seattle en hacer los mejores escenarios posibles. Cofres escondidos por todas partes y guaridas de enemigos que esconden bienes preciados esperan a que cualquier guardián se atreva a investigar. También esto tiene premio.

Excelente gameplay

Y claro, Bungie vuelve a brillar con una luz resplandeciente en el gameplay. No es algo nuevo, pues el estudio ya demostró con Halo en qué altísimo punto se encontraba su capacidad para crear un excelente juego de disparos en primera persona. Con esa experiencia a cuestas y la del primer Destiny, Destiny 2 vuelve a ser el perfecto paradigma de lo que debería ser el shooter actual: divertido, adictivo, dinámico, preciso, emocionante y épico. Disparar o asestar espadazos emociona siempre, y la adrenalina que genera el juego en los retos más exigentes ( como el asalto de ocaso semanal y la incursión) tiene difícil parangón.

A ello contribuye de forma fundamental la inteligencia artificial del juego. Sinceramente, no he visto una evolución demasiado grande con respecto al primero, pero tampoco hace falta. Destiny ya gozaba de la mejor inteligencia artificial enemiga que se tiene actualmente en cualquier videojuego, y Destiny 2 se encarga de pulir todavía más una de las claves del éxito de esta franquicia. He echado en falta algo que comentaba antes, y es ver aplicado este sistema a una nueva facción enemiga. Hubiera sido fantástico descubrir un nuevo tipo de rival moviéndose con la cantidad de variables que lo hacen los caídos, cabal, vex y poseídos.

Por otro lado, se agredece el intento de aportar variedad a todo el sistema de juego. Sobre todo se nota en la aventura, con varias fases de conducción interesantes que generan situaciones diferentes. También se refleja esto en los asaltos y la incursión, que suponen un reto por el cambio de normas de juego que hay siempre, pero que en Destiny 2 experimenta una vuelta de tuerca más. Se aprovecha el factor escenario para generar estos momentos, y en general al juego le sientan como un soplo de aire fresco. En comparación, los asaltos son mucho más largos y difíciles, y la incursión supone casi un juego en sí dentro del propio título de Bungie. Un mundo aparte que llevará al límite al jugador, y que es necesario al menos probar para entender la magnitud de este proyecto.

El Crisol, la vertiente PvP de Destiny 2, es uno de los aspectos que más ha cambiado y más controversia ha provocado. Su limitación a un máximo de 8 jugadores en partida en lugar de los 12 del primero suscitó muchas críticas en la comunidad y redes sociales. Sin embargo, una vez uno se adentra en este modo en las condiciones actuales descubre una forma de jugar mucho más táctica y estratégica, alejando a Destiny 2 de un competitivo como el que se pueda ver en cualquier otro shooter. Este cambio que de entrada puede dar la sensación de ser a peor, no lo acaba siendo, y se descubre un PvP diferente que da mucho más sentido a todo lo que tiene que ver con esta franquicia.

Maravilla audiovisual

Aunque si el gameplay y la inteligencia artificial son clave en la franquicia, la excelencia artística en lo visual y lo sonoro no se queda atrás. En Destiny 2 he visto varios de los más hermosos escenarios de esta generación, con un espectáculo de colores y formas originales que sorprenden a cada paso que se da con el guardián. Poco importa en este caso que a nivel técnico no se haya avanzado demasiado con respecto al primero (a excepción de la ausencia de los 60 FPS, siempre fundamentales en cualquier shooter), cuando en el apartado artístico se llega a tal nivel.

Tanto es así también en la banda sonora que ni tan siquiera se echa en falta a Martin O’Donnell, pues Michael Salvatori hace un trabajo apoteósico al frente de este aspecto. Estremece la sinergia entre lo que se ve y lo que se escucha, generando una armonía de excelencia tan alta que hacen a Destiny 2 único en este aspecto. Y claro, de nuevo no me puedo olvidar del excelente doblaje al español, que aunque destaca sobre todo por el papel de Luis Tosar, rinde perfectamente en todo momento

El shooter del año

Seré atrevido y lo diré: Destiny 2 es el shooter del año. Sí, faltan por aparecer Call of Duty: WWII y Star Wars Battlefront II, pero lo que ofrece un título de Bungie no lo van a ofrecer los demás. Y eso, a pesar de tratarse de una entrega continuista, pero que tiene la virtud de corregir todos y cada uno de los fallos señalados por la comunidad en el primer juego. Los de Seattle han escuchado a la gente y han hecho justo lo que el conjunto de jugadores pedía. Y eso, en el mundo de los videojuegos, es siempre una muy buena noticia.

90
Jugabilidad: 9
Gráficos: 9
Sonido: 9
Satisfacción: 9

Análisis

Destiny 2 es el ejemplo perfecto de que saber escuchar a la comunidad tiene recompensa. En este caso, la conformación de un título mucho más sólido que el primero, más divertido y mil veces más satisfactorio. Bungie vuelve a poner el listón muy alto, y su último proyecto se perfila ya como el mejor shooter del año 2017.