Análisis Rez Infinite

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La expresión techno de Mizuguchi encuentra al fin su estado natural
Por Javi Andrés 18 octubre, 2016

14 años han tenido que pasar hasta que la idea original y cañera de Tetsuya Mizuguchi se ha visto remezclada como él siempre había soñado, con realidad virtual transportando al jugador a ese tubo de samplers, polígonos vistos, rayos láser y siluetas de neón. Rez Infinite es la mejor versión del clásico de Dreamcast y PS2, un arcade mítico que mezcla el shot’em up espacial con la música electrónica techno y progressive en un entorno informático que recuerda a la estética de películas como Tron o Matrix. Y su adaptación a PlayStation VR es tan natural y perfecta que parece mentira, convirtiéndolo en uno de los mejores juegos -si no el mejor- de todo el catálogo de lanzamiento del dispositivo. Eso sí, a unos desmedidos 30 eurazos en PSN para un juego remasterizado de hace dos generaciones.

Versión Infinite que sobrecarga de modos y configuraciones una jugabilidad que, con realidad virtual y unos buenos auriculares para disfrutar los subidones, envuelve de forma sinestésica como muy pocos, mezclando imagen y sonido a un nivel todavía mayor que antaño, haciendo que el jugador quede atrapado en su sesión de sintetizadores y bombo machacón. El viaje es el de siempre, con diferentes áreas donde ir recargando a base de disparos láser automatizados la barra de energía que nos lleve hasta cada núcleo de esta CPU de entornos oníricos, núcleos disfrazados de jefes finales que son pura inspiración y requieren cada uno una mecánica y ofensiva diferente, como en los mejores tiempos del género de Ikaruga o Galaga.

Mizuguchi es un artista de los juegos musicales y la sincronización rítmica de gameplay e imagen en pantalla, con satisfacción total y extraña adicción instantánea en sus producciones. De él salieron joyas del género como Lumines o el inolvidable Space Channel. En Rez fue donde más arriesgó de todo su currículo, y esto, que en su día le hizo dar con un juego fantástico y de mucha identidad y premios, ahora ha conseguido alcanzar su mejor cota y para lo que parece que estuvo pensado desde siempre.

En Infinite con realidad virtual se obliga al jugador a mirar fuera del ángulo central para abatir determinadas naves -virus- enemigas que nos flanquean o vienen por detrás, o para buscar extras y secretos. La profundidad de campo es utilizada mejor para los cálculos y anclaje de munición, la sensación de velocidad se redefine, las partículas de color parecen estar vivas, etc. Y todo eso hace que el viaje de este avatar a toda pastilla sea todavía más inmersivo, vertiginoso y espectacular. El propio diseño del juego, casi rehecho, saca partido a PlayStation VR por cómo se ha reimplementado. No es un simple port con cámara libre, se han cambiado posiciones de adversarios y los retos, así como la forma de hacer las mejores puntuaciones. Y el resultado, con el casco puesto, es cautivador.

También hay nuevos modos y niveles con jefes inëditos, además de una experiencia más sencilla y menos atrevida para los que se mareen mucho con el casco puesto o no sean habituales de videojuegos. Ese viaje, que seguramente a los que estáis leyendo estas líneas os parezca una coreada inútil, es la mejor opción para enseñarle Rez a cualquier persona y que pueda disfrutar de una sensación audiovisual que ninguna otra vivencia puede darle. Ni la mejor discoteca del mundo con una sesión prodigiosa.

Pues este Rez Infinite al final es una obra de arte en 360°, la expresión audiovisual de un diseñador muy volcado con las nuevas artes y con un equipo reducido a su cargo que le ha ayudado, gracias a la comunicación directa y casi familiar, a materializar lo que tuvo en mente y hacerlo atractivo para cualquier curioso que quiera estar en las últimas tendencias de la imagen y el sonido sugerentes. Fue un adelantado a su tiempo en 2002, pues Rez tiene ese creativo halo indie pero se siente, a la vez, como un juego completo, bien cerrado y de potente producción y costes.

Esto no justifica los 29,99 euros que cuesta, igual que no lo justifican sus nuevos modos y añadidos, que al final mantienen los mismos objetivos y exigencias que los modos clásicos, solo que incorporando otras reglas o cambiando algunos elementos en nuevos y apetecibles entornos también muy estéticos y cargados de líneas y partículas de luz. Sin duda, Rez Infinite es otro de esos juegos que, por tener modalidad en realidad virtual, dispara su precio sobre los 15 o 20 euros que debería haber costado esta remasterización con extras y adaptación.

Por otro lado, para los que no tengan PlayStation VR y estén dispuestos a pagar su desequilibrado precio o lo encuentren en alguna oferta digital, también hay modo de juego estándar, sin realidad virtual, pero la experiencia completa está con el casco y la visión estereoscópica que trace bien la profundidad y el hacernos sentir dentro de su abrumador juego de luz, color y temamos electrónicos. Al fin y al cabo, es la tercera vez que jugamos a lo mismo, pues en 2008 ya tuvo una revisión HD.

88
Jugabilidad: 8.75
Gráficos: 8.75
Sonido: 9
Satisfacción: 8.75

Análisis

Caro como casi todos los juegos de PlayStation VR y ya conocido para quienes lo hayan disfrutado en anteriores plataformas, Rez Infinite acaba siendo de lo mejor de todo el catálogo de lanzamiento del nuevo dispositivo. La experiencia audiovisual es única en una gran producción que parece que siempre estuvo hecha para jugarse así y que llega a cambiar elementos para sacar todo el partido posible a la visión estereoscópica y 360°, ampliando retos, niveles y configuraciones de visionado para que todo el mundo pueda emocionarse con sus ritmos y visuales.