Análisis Assassin’s Creed Unity

86
Ubisoft nos lleva hasta la revolución francesa en la nueva generación de consolas
Por Manuel Gimeno 11 noviembre, 2014

Muchos años llevamos ya asistiendo al siempre emocionante enfrentamiento entre Asesinos y Templarios. Años, siglos o milenios, según se mire. La saga Assassin’s Creed, que nació a principios de la pasada generación de consolas, da esta vez un nuevo salto con todas las de la ley a las nuevas máquinas con la responsabilidad de mantener arriba del todo una franquicia que se ha convertido de manera irrefutable en buque insignia de la gigantesca compañía francesa Ubisoft. Tras todo este tiempo de evolución, de innovaciones en diferentes campos y de haber tocado momentos históricos de una importancia supina, no es sino un hecho tan importante como la Revolución Francesa el escenario elegido para llevar un paso más allá tan ambicioso proyecto.

Y la responsabilidad que tiene Ubisoft en este aspecto es enorme. No únicamente por el hecho de que el acontecimiento escogido esté íntimamente ligado al lugar de nacimiento de la propia empresa, sino porque también las pretensiones realizadas acerca de este salto generacional de Assassin’s Creed han sido enormes. No se puede esperar tampoco menos de una franquicia que ha encabezado durante tantos años el género de acción y aventuras, y Assassin’s Creed Unity carga con todo el peso del anterior trabajo realizado.

Ahora, después de varios meses de promoción, de ríos de tinta acerca de la evolución que ha seguido el juego y de una inmensa cantidad de vídeos que nos han mostrado los aspectos más importantes de su historia y de su jugabilidad, hemos podido probarlo y completarlo en toda su plenitud en un lugar tan emblemático e importante como lo es París, protagonista absoluta del juego y cuna de una de las revoluciones más importantes que cambiaron el curso de la humanidad.

Tras haber pasado por la Tercera Cruzada, el Renacimiento italiano, haber descubierto los entresijos de la Revolución Americana y cruzado los mares del caribe repleto de piratas, la saga mira hacia el Viejo Continente una vez más para rescatar uno de los momentos históricos más importantes. La Revolución Francesa nace en la saga con diversos objetivos por parte de Ubisoft, y uno de ellos es el de recrear París a una escala nunca antes vista en un videojuego mientras de fondo se suceden los acontecimientos más importante que marcaron la caída definitiva del absolutismo.

Para ello, esta vez eliminamos la trama alternativa que siempre acompaña la saga para ser nosotros los verdaderos protagonistas, los que verán a través de sus propios ojos los recuerdos que evoca un ADN que mantiene vivo los hitos del pasado. Abstergo, con todo su poder, ha llevado a la comercialización un aparato con funciones similares al Ánimus denominado Helix, que permite que los usuarios de todo el mundo puedan jugar y revivir momentos históricos mientras los herederos de los Templarios pueden manipularlos a voluntad y recoger la información de cualquier persona del planeta siempre que lo necesiten.

Aunque como era de esperar, no estaremos solos, pues los Asesinos lograrán colarse en la red para piratearla y conducirnos hasta el descubrimiento de un ADN antiguo y único que los Templarios buscan de forma desesperada. Justamente Arno Dorian, nuestro protagonista, será el vehículo que nos permitirá entrar en contacto con dicho individuo, y así poder vivir en sus propias carnes todo aquello que sucedió en la Francia del siglo XVIII.

Curiosamente, de los dos objetivos comentados anteriormente, el de desarrollar de forma provechosa la historia sea el que menos brillo emite en todo aquello que conforma Assassin’s Creed Unity. Cabría esperar que un juego de estas características, en una situación histórica tan relevante y dado el origen galo de la compañía, sacara el máximo partido a personajes tan importantes y sucesos tan impactantes; pero no es así. Assassin’s Creed Unity se centra en contarnos la historia de Arno y de Élise de la Serre mientras de fondo se sucede la revolución del pueblo francés y el guillotinamiento del rey Luis XVI.

Seguramente sea una de las mayores críticas que hagamos de todo el juego. Al contrario de lo que ocurriera en Assassin’s Creed III, donde Connor tenía un papel fundamental en la búsqueda de la libertad del pueblo norteamericano, Arno no parece importarle demasiado el devenir del futuro del pueblo. De hecho, ni tan siquiera parece molestarse demasiado por todo lo que ocurre a su alrededor. Su redención y su venganza personal copan en todo momento una historia que podría dar más de sí, y que empieza a mostrar un claro desgaste en este eterno conflicto que enfrenta a los Asesinos contra a los Templarios.

Tal vez un narrador externo que nos marcara una cronología clara, unas misiones más enfocadas a asistir a los momentos más importantes de la revolución o, sobre todo, un argumento que mezclara tanto el momento histórico como la venganza personal, hubiera sido lo necesario para que Assassin’s Creed Unity lograra brillar con luz propia en un apartado en el que debería hacerlo siempre. De hecho, es curioso observar cómo lo que reclamamos sí lo tenemos en la misiones cooperativas, entregadas completamente a la Revolución francesa y que nos hacen sentir partícipes de ella. Una dicotomía un tanto extraña que nos deja un sabor agridulce, y que nos hace lamentar la ausencia de un mejor trabajo de guión en este sentido.

Sin embargo, el hecho de que la Revolución francesa sea el telón de fondo no le resta tampoco ni un ápice de espectacularidad a la puesta en escena. Efectivamente, París aparece representada a unos niveles nunca antes vistos para juegos que tratan de emular localizaciones reales, y sin duda eso se convierte en la baza más importante que exhibe el juego. Es un auténtico placer poder visitar casi desde el principio del juego el barrio Latino, Le Marais, La Bièvre, Île de la Cité, el Louvre o los Inválidos. Incluso coger un carruaje y darnos una pequeña vuelta por Versalles. Pero lo espectacular de pasear por estas calles sólo tiene parangón con el hecho de visitar Notre Dame, Sainte-Chapelle, la Bastilla, el Palacio Real, la Plaza de la Concordia o el Palacio de las Tullerías.

[break=Página 2]Y claro, todo ello con una enorme cantidad de interiores diseñados para darle mucha más consistencia de la que cabe a toda esta representación. Durante las aproximadamente 18 horas que tardamos en completar la historia principal (dejando de lado las misiones secundarias que más adelante pasaremos a comentar) no paramos de sorprendernos del mimo con el que se había trabajado en cada detalle en los interiores de estos lugares. Pero no solo eso, pues es habitual ir saltando de azotea en azotea en París y acabar en alguna casa o pequeño palacio burgués y encontrarnos que el esmero es el mismo.

Por supuesto, la ambientación no se reduce exclusivamente a los edificios, sino también a la gente que los habita y que puebla las calles. Assassin’s Creed Unity hace una demostración de músculo también en la cantidad de habitantes que deambulan por las calles de París y que protestan fervientemente por el yugo al que el absolutismo les somete. Impacta observar las protestas ante iglesias y palacios, así como la violencia desatada en las calles y que enfrenta a los revolucionarios con aquellos sospechosos de seguir a la monarquía. El punto flaco de todo esto, sin embargo, es que estos ciudadanos se comportan de forma algo errática a veces, descubriendo curiosos bugs o errores cuando muchos de ellos se concentran en un mismo lugar.

Sin embargo, tenemos otra queja al respecto, y es lo complicado que encontramos el ir de un lugar a otro de la ciudad. Sí, existe el viaje rápido de nuevo con las ya tradicionales atalayas situadas en los puntos más altos y emblemáticos de la ciudad, pero para aquellos que disfrutamos yendo de un lugar a otro y contemplando cada rincón de las urbes en todos los videojuegos, se ha convertido en un auténtico fastidio recorrer París a pie. Es impensable que cualquier usuario desee correr distancias enormes para llegar a una localización sin tener para ello un transporte. Tal vez un caballo, como ocurre en otras entregas, hubiera sido lo ideal para dar al usuario la opción de llegar por sí mismo a cada lugar, pero al no existir ningún vehículo, a las pocas horas acabaremos recurriendo siempre al viaje rápido que ofrece el juego.

Y todo esto tiene que ver en parte con que las habilidades de Arno en el parkour no son las esperadas. Todos recordamos aquel impactante tráiler en el pasado E3 en el que el asesino bajaba grácilmente de Notre Dame con un movimiento nuevo de descenso. Pues bien, dicho movimiento existe, pero ni mucho menos a los niveles que nos quisieron mostrar. Arno cuenta con una nueva mecánica denominada parkour de descenso, similar al ascendente pero que viene a ser, básicamente, como si nos dejáramos caer de cornisa en cornisa como lo hacíamos hasta este momento, solo que algo más fluido.

En general, y como hemos comentado en nuestras anteriores impresiones y avances, Assassin’s Creed Unity renueva por completo las animaciones de desplazamiento y las amplía, pero adolece de un problema tradicional en la franquicia y que en esta entrega a veces se agrava. Y es que el parkour no acaba de ir todo lo fino que debería para estas alturas de la saga y de la generación. En más de una ocasión nos ha frustrado ir corriendo por las calles y ver que Arno se quedaba atrapado encima de una silla o una mesa dando al traste con una persecución, o cómo tardábamos medio minuto en entrar en una ventana porque la mecánica no estaba todo lo pulida que se requeriría. En general, notamos claroscuros en los movimientos de desplazamiento, pero se nos queda la sensación de que al andar por las calles y los tejados de París en algún momento acabaremos atrapados en algún elemento del escenario.

Este problema tiene repercusión luego en el diseño de algunas misiones en las que Ubisoft Montreal prácticamente trata de que intuyamos por dónde debemos ir. En dos ocasiones en particular, en las que teníamos que correr por la ribera del Sena y por los tejados de París, encontramos sensaciones muy dispares, simplemente porque uno de esos niveles mostraba muy claro el recorrido y el otro no. Como consecuencia, evidentemente, la satisfacción de uno chocaba con la frustración del otro, y que sumado a la falta de esmero en pulir todas las mecánicas de parkour acabábamos por encontrar todo el conjunto poco satisfactorio.

Pero no todo deja el mismo sabor de boca en los movimientos de Arno, pues el sigilo vuelve de nuevo a la saga. Y decimos que vuelve, porque con Assassin’s Creed IV Black Flag podríamos decir que se tomó unas vacaciones para dejar paso totalmente a la acción. Assassin’s Creed Unity apuesta de nuevo por la fórmula y lo hace con dos novedades bastante útiles. Por un lado encontramos un botón exclusivamente para agacharnos y volvernos más sigilosos, y por otro aparecerá una reflejo de nuestra propia imagen en el último lugar en el que nos vieron nuestros enemigos.

Este conjunto de acciones se suma a un diseño de niveles enfocado en muchas ocasiones a la infiltración, el robo o el asesinato silencioso. Y es que, además, en muchas de estas fases el juego nos dará la posibilidad de hacer uso de distracciones peculiares o de incluso eliminar a nuestro objetivo de forma diferente a la habitual. Es un buen acercamiento para empezar a abrazar el sigilo de nuevo, pero aún queda mucho para que la saga pueda ofrecer muchas posibilidades en estas acciones como sí lo hacen otros juegos anclados en dicho género en concreto, como podría ser el caso de la saga Hitman.

Otra novedad en el manejo del asesino viene de la mano del combate, que experimenta un cambio en esta ocasión. Al contrario de lo que comentamos con el desplazamiento, pensamos que la simplificación que se ha llevado a cabo del mismo le sienta muy bien, mirando ahora a mecánicas similares que derivan de lo visto en Batman: Arkham Asylum. No es lo mismo, por supuesto, pero encontramos ciertas influencias en el aviso que nos hace el enemigo cuando va a atacar, pudiendo bloquearlo o rodar por el suelo si el rival en cuestión tiene un golpeo demasiado poderoso.

[break=Página 3]Además, hemos ampliado el arsenal en el arma principal, pudiendo ahora equiparnos con armas de largo alcance, armas pesadas, pistolas o rifles, además de las ya tradicionales de una sola mano. También nuestra hoja oculta cambiará, encontrando la hoja fantasma que nos permitirá eliminar enemigos a distancia o enloquecerlos según el caso de la misma forma que lo podíamos hacer en Assassin’s Creed IV Black Flag con la cerbatana. Por si fuera poco, de nuevo, tenemos accesorios que nos harán la vida más fácil, y que van desde bombas de humo, aturdidoras, gas venenoso y pociones, pues nuestro protagonista deberá restablecer su vitalidad de forma manual si sale herido después de un enfrentamiento.

Lo bueno que tiene todo este repertorio, además de la capacidad de personalización que luego contaremos, es que todo parece estar bien medido para disfrutar del combate usando en cada momento las herramientas más convenientes. En ocasiones encontrábamos en entregas anteriores que muchos de los accesorios apenas eran usados, algo que esta vez no pasa y que otorga la capacidad de variedad efectiva al juego en sus diferentes fases.

Como relatábamos al principio del texto, Assassin’s Creed Unity también tiene contrastes en sus misiones, aunque vaya por delante que la cantidad de las mismas es enorme y que todas ellas son muy variadas. En este aspecto encontraremos tres grandes divisiones: las misiones de un jugador, las misiones cooperativas, y las historias de París. La mayor pega que encontramos en las primeras es la concepción de la historia en sí, que aunque es interesante la relación que existe entre Arno y Élise, da demasiado la espalda al conflicto entre Asesinos y Templarios y, sobre todo, a la Revolución francesa.

En cambio, asistiremos a tareas de lo más variadas posibles y muchas de ellas con objetivos totalmente sigilosos. Persecuciones, robos, infiltración, vigilancia, escolta… Labores diferentes que no nos permitirán caer en la monotonía en ningún momento, y que tendrán de telón de fondo a la Revolución francesa. Y sí, no olvidamos la crítica de que no tiene protagonismo en la historia, pero pese a todo nos agrada ver cómo se van sucediendo los hechos de la trama mientras que se lleva a cabo, por ejemplo, el guillotinamiento de Luis XVI.

Tal vez, lo que da el empaque suficiente a este cóctel se encuentra en las misiones secundarias, a las que también les dedicamos mucho tiempo. Todas ellas aportan diferentes características al juego que logran a veces disimular sus carencias. De hecho, las propias historias de París sí nos mostrarán de forma más evidente a protagonistas y situaciones relacionadas con la Revolución francesa como puede ser, por ejemplo, la intervención del doctor Guillotin en la aceptación de la guillotina para los condenados a muerte.

También tendremos otras en las que necesitaremos usar nuestro ingenio, como los enigmas de Nostradamus, que nos invitarán a encontrar símbolos ocultos por la ciudad mediante sutiles pistas. En concreto, este tipo de misiones nos han gustado bastante, pues detienen la acción un momento y permiten observar de forma tranquila la hermosa representación de los lugares más emblemáticos de la ciudad mientras nos estrujamos el cerebro por desentrañar el enigma.

Descubrimos también un tipo de misiones más novedosas, y que corresponden a los asesinatos por resolver. Mediante testimonios y pistas dispuestas en el lugar del crimen, Arno deberá averiguar quién es el responsable de la muerte de la persona asesinada, perdiendo valor en la recompensa si fallamos al acusar a alguien que es inocente de semejante barbarie. Conforme vayamos introduciéndonos más y más en estas misiones, llegaremos a encontrarnos con retos ciertamente difíciles, en el que nuestra capacidad de deducción será fundamental para, finalmente, dar caza al delincuente en cuestión.

Pero sin duda, las que más nos han gustado son las distorsiones de Helix. No realmente por la propia misión en sí, sino por el momento histórico al que nos trasladan y que no desvelaremos para conservar así la sorpresa al jugador. También las encontramos dentro de la trama general, con un significado todavía mayor. Pero son divertidos los momentos en los que tenemos que correr contra el tiempo mientras esquivamos los obstáculos que nos plantean interferencias temporales de todo tipo.

Mientras tanto, y como ocurre en otras entregas, tendremos diversos coleccionables que también nos ayudarán a exprimir al máximo tanto el escenario de París como a descubrir preciadas recompensas que nos serán muy útiles dado el sistema de monetización y de personalización que tiene el juego. En todo momento será necesario hacer acopio de dinero para poder comprar no solo los consumibles habituales, sino también capuchas, abrigos, brazaletes, cinturones y pantalones que nos ayudarán a incrementar nuestros atributos y que suponen el mayor nivel de personalización visto en la saga hasta este momento. Además, en este caso, cuestan una cantidad importante de dinero.

Para conseguir todo este dinero, necesitaremos encontrar los botines, cumplir misiones principales y secundarias y, también, ampliar nuestro negocio en el Café Théâtre situado en la Île de la Cité. Este lugar, que además se convertirá en nuestra base, nos otorgará dinero de forma periódica, pudiendo ampliar la capacidad y la cantidad que nos llega cada poco tiempo cumpliendo las misiones del mismo café o abriendo otros locales en los barrios de la ciudad. Un sistema económico éste equilibrado y que sugiere al usuario la exploración de las posibilidades de Assassin’s Creed Unity para poder conseguir el mejor equipo posible.

Aunque de todo esto, la novedad más importante y que mejor funciona con diferencia es el cooperativo para hasta cuatro jugadores, que se establece en forma de misiones a lo largo del mapa de la ciudad y que permite incluso crear clubs entre los jugadores para competir entre ellos. Estas misiones permitirán cooperar con otros usuarios para realizar asesinatos o perpetrar algún robo, aunque también es posible poder realizarlas en solitario. Obviamente, el juego plantea cada una de estas pruebas como una situación en la que intervengan varios asesinos, con lo que si decidimos entrar solos seguramente salgamos escaldados.

[break=Página 4]Además de lo interesante que resulta llevar a cabo acciones que hasta ahora sólo habíamos realizado en solitario, es necesario destacar que las misiones cooperativas sí que se enmarcan principalmente dentro de la Revolución francesa, siendo la mejor herramienta argumental para el hito histórico que tiene le juego. Es un auténtico disfrute escuchar cómo un narrador externo nos detalla la situación en la se encuentra Francia en estos momentos y nos introduce de lleno en una misión que tiene directamente algo que ver con los acontecimientos acaecidos a finales del siglo XVIII.

Tal vez, la única pega de este modo de juego es que no encontramos demasiadas mecánicas cooperativas para finalizar la misión de forma armónica. Sí, la unión hace la fuerza, pero justamente nos encontramos con que el cooperativo de Assassin’s Creed Unity basa su fórmula en la suma de asesinos poderosos para derrotar a más cantidades de enemigos. No hubiera estado mal algún tipo de situaciones en las que por fuerza mayor dos usuarios hubieran tenido que realizar una acción conjunta, sin perder por supuesto la posibilidad de completarlas por uno mismo.

Dejando de lado lo que ocurre directamente en la consola, no solemos dar mucha importancia ni comentar las aplicaciones para móviles o tablets de algunos juegos, pues muchas veces duplican funciones que tenemos en el propio título. Sin embargo, Assassin’s Creed Unity Companion nos permite realizar actividades en nuestros sistemas iOS, Android o Windows Phone que nos repercutirán luego en cofres, coleccionables y nuevas misiones para Arno.

Esta aplicación, que funciona de manera similar a lo que podemos encontrar en juegos gratis de navegador como OGame o Bitefight, nos da la posibilidad de descubrir enigmas escondidos en edificios con la vista de águila y luego completar las denominadas misiones Nomad enviando a asesinos a cumplirlas. Es una aplicación entretenida y que, al menos, se recompensa su uso con más contenido para el juego.

Pero volviendo de nuevo al título, a lo que podemos ver directamente desde nuestra PlayStation 4, el juego ofrece un acabado no del todo satisfactorio para el usuario. Como ya fuera anunciado, la versión de PlayStation 4 corre también a 900p con una tasa de imágenes de 30fps, pero aquí no está el problema, sino en el rendimiento en general del juego. Encontramos varios problemas a lo largo del mismo en la estabilidad de la frecuencia de imágenes, viendo caídas destacadas cuando hay mucha acumulación de NPCs o cuando escalamos las vidrieras de edificios como Saint-Chapelle, curiosamente.

Justamente con la cantidad de personajes en pantalla y por las calles de París hay un conflicto, y es que su comportamiento no está exento de fallos y de carencias de estabilidad. Es algo molesto en ocasiones ver cómo el juego deja de ir fluido, aunque entendemos perfectamente la situación al ver lo ambicioso que ha sido el estudio para lograr llenar de gente lugares como la Plaza de la Concordia. Sin embargo, tal vez hubiera sido preferible bajar la cantidad en favor de un mejor funcionamiento.

Pero, por otro lado, es de justicia reconocer que los escenarios de Assassin’s Creed Unity son totalmente increibles. Como comentábamos antes, es un auténtico disfrute caminar por París y contemplar su representación, el detalle con el que se ha trabajado hasta alcanzar un nivel espectacular. Se nota el esfuerzo de Ubisoft Montreal en este aspecto, y desde luego luce a un nivel nunca antes visto en un videojuego, con un sistema de iluminación que además destaca más si cabe todo el trabajo de diseño realizado por el equipo de desarrollo.

El juego, que llega doblado al castellano, descubre un trabajo de doblaje notable, aunque con alguna que otra voz que seguro a más de uno no le acabará de cuadrar. Sin embargo, siempre es de agradecer que una producción de este nivel haga año tras año el esfuerzo de doblar a nuestro idioma un un juego con tantísimas y diferentes líneas de diálogo. La banda sonora, en cambio, nos ha parecido que pasa algo desapercibida, pero que nos da algún que otro momento reseñable y reconocible en los puntos más álgidos del juego.

La saga Assassin’s Creed se presenta en la nueva generación de consolas con una base fuerte, pero con un largo camino todavía por recorrer. La nueva generación de consolas abre muchas posibilidades y Ubisoft las aprovecha en su saga más ilustre a medias, dejando por pulir propuestas interesantes y descartando otras que aparecieron en anteriores entregas y que no se han dejado ver en esta ocasión.

No nos engañemos, Assassin’s Creed Unity es un gran juego, pero esperábamos algo más de él. En nuestro texto hemos incidido más en las carencias argumentales para un momento histórico tan potente y en los problemas en el manejo como aspectos más importantes; pues consideramos ciertamente que técnicamente, aunque mejorable, ofrece aspectos brillantes que no pasarán desapercibidos a los ojos del usuario habitual.

Y no queremos olvidarnos tampoco del aspecto cooperativo, el gran acierto de esta saga y que esperemos cierre un multijugador competitivo que en comparación nunca podrá estar al mismo nivel por propia la concepción del juego. Assassin’s Creed Unity permite por fin llevar a cabo nuestra propia venganza en compañía, y os aseguramos que esto supone una diversión máxima, la mayor con diferencia que ofrece el juego.

86
Jugabilidad: 8.75
Gráficos: 8.5
Sonido: 8.75
Satisfacción: 8.5

Análisis

Assassin’s Creed Unity aparece en la nueva generación de consolas ofreciendo nuevas mecánicas, un escenario impresionante y muchas misiones que divertirán al usuario durante una gran cantidad de horas. El cooperativo, además, se convierte en un acierto que esperamos se prolongue en entregas posteriores. A pesar de todo, ciertos fallos técnicos, así como el desaprovechamiento de un momento tan importante como la Revolución francesa, lastran un título que podría haber llegado mucho más lejos.