Análisis Don’t Starve

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Supervivencia en estado puro
Por Alicia Carrasco 26 febrero, 2014

Wilson, el protagonista de Don’t Starve, se despierta en medio de un terreno totalmente desconocido para él. Sin ninguna explicación y medio adormilado, intenta incorporarse mientras una frase ronda por su cabeza: “Ey colega, no tienes buena pinta. ¡Será mejor que busques algo para comer antes de que caiga la noche!”

“Say pal, you don’t look so good.
You better find something to eat before night comes!”

Así, el jugador se pone en la piel de una especie de “náufrago” que está atrapado en un misterioso mundo, cuya misión principal será la de sobrevivir y mantenerse a salvo. Aunque esto no será nada fácil pues ahí fuera acechan todo tipo de peligros; problemas que irán más allá de un simple dolor de estómago y que pondrán su vida en riesgo.

En Don’t Starve no hay ningún tipo de indicación que señale al jugador por dónde debe ir o qué debe hacer, sino que lo invita (y casi lo empuja) a explorar todos los rincones que forman parte del extraño mundo donde Wilson ha aparecido. Al principio, una sensación de expectación y sorpresa invade al jugador haciéndole sentir como si fuera el mismísimo Jack Skellington de Tim Burton en la escena de las “luces de color”: ¿Qué es este tipo de material o para qué sirve este otro? ¿Por qué hay un altar en medio de la nada? ¿Quién o quiénes vivirán en aquellas casas de madera tan extrañas?

El jugador comienza andando de aquí para allá, recogiendo todo aquello que encuentra a su paso y que tal vez, sólo tal vez, podría serle de gran utilidad en la aventura. Como si se tratara de su más preciado tesoro, va cogiendo unas cuantas ramas, recolectando algunas flores que encuentra unos metros más allá o arrancando unos cuantos hierbajos que guarda en su inventario. Aunque, no se trata de almacenarlos como si no hubiera un mañana sino que en numerosas ocasiones, el jugador tendrá que elegir cuidadosamente entre qué objetos abandonar y cuáles debe quedarse, dada la limitación de ítems en el inventario.

De esta forma y poco a poco, Wilson empezará a fabricar sus primeras herramientas que le servirán para obtener otros materiales y a su vez, éstos le permitirán crear otro tipo de objetos necesarios para guarecerse de la temida oscuridad o para defenderse de los enemigos. Lo que inicialmente era un terreno con una fogata puesta de mala manera, acaba convirtiéndose en una casa rodeada de muros y huertos; un pequeño lugar que el jugador siente como suyo. Aunque por desgracia para él y si quiere continuar sobreviviendo, deberá salir al mundo exterior en algún momento donde nada, ni nadie lo protegerá.

Como se ha señalado anteriormente, en este juego no hay guías o manuales. Aunque Don’t Starve incorpora un menú bastante sencillo donde se indica cómo fabricar los distintos objetos que harán falta para sobrevivir. De este modo, el jugador puede ir a donde le plazca y hacer lo que le venga en gana; siempre teniendo en mente que su único objetivo es sobrevivir, pues si Wilson muere, se le obligará a tener que volver a empezar la partida desde cero. Así y dada esta serie de características (excepto la que tiene que ver con el crafteo), Don’t Starve puede recordar a Minecraft en su modo hardcore.

En este juego se aplica al milímetro aquel refrán de “la curiosidad mató al gato” ya que prácticamente todo se aprende por las malas, repercutiendo en la salud de Wilson de forma inevitable. Cuando se pisa por primera vez cierto terreno y un tentáculo morado asesta un golpe al Wilson, sabe que no deberá pisar esa tierra jamás. Al menos hasta que no tenga algún arma con la que defenderse. En definitiva, el jugador debe andarse con mucho ojo.

En este punto sobrevivir más de una semana o incluso 5 días, es extremadamente complicado ya que se puede morir a causa de numerosas situaciones. Algunas relacionadas con las alucinaciones que sufre el protagonista, fruto de su nivel de locura y que se irá incrementando poco a poco si no se le pone remedio. En cualquier caso, se trata de un videojuego bastante difícil que puede acabar con la paciencia de más de una persona, especialmente si se tratan de sus primeras partidas donde el jugador se encuentra desprovisto.

La intención de Don’t Starve se aleja de conseguir cualquier tipo de premio o logro sino que se centra en que el jugador se desespere, se devane los sesos y disfrute de la experiencia de la supervivencia. En este camino el jugador, con mucha paciencia, aprende lo que debe y lo que no debe hacer. Poco a poco, va resistiendo más días y consecuentemente, descubre los misterios que forman parte del mundo de Wilson.

A pesar de que su dificultad puede “tirar para atrás” a más de un jugador, haciéndole abandonar el juego al cabo de unas horas, Don’t Starve es tremendamente adictivo. Cuando se empieza a conocer el mundo, cuál es la función de cada objeto o cómo y cuándo ataca cada enemigo, el juego se vuelve más divertido ya que la vida del protagonista resiste durante largos periodos de tiempo.

Sus magníficos escenarios que parecen sacados de una película propia de Tim Burton harán que el jugador adore a Don’t Starve ya que los efectos del cambio de hora o la climatología están muy logrados. También, su banda sonora se encuentra muy bien implementada, acompañando en todo momento al jugador en su aventura.

Los únicos ‘peros’ que se le puede encontrar es que el juego se encuentra completamente en inglés, por lo que si no se está familiarizado con el lenguaje anglosajón puede costar entenderlo un poco, aunque no demasiado. Lo más importante que se debe tener en cuenta antes de iniciarlo, es que si esa persona odia una dificultad bastante extrema desde el mismo inicio del juego, Don’t Starve no es su juego.

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Jugabilidad: 7
Gráficos: 8.5
Sonido: 8
Satisfacción: 7.5

Análisis

Don't Starve es un juego tremendamente adictivo donde la lucha por la supervivencia junto a la posibilidad de explorar diversos escenarios repletos de encanto empujan al jugador a inspeccionar cada rincón del mapa. No obstante, su dificultad extrema desde el inicio del juego, hará que muchos usuarios se replanteen continuar con su aventura.